Con base en cifras recientes dadas a conocer por el Banco de la República en marzo de 2018, en un informe que la entidad rindió ante el Congreso de la República, se hace evidente que el sector de la construcción ha decaído en su ritmo de crecimiento. En 2016 el aumento fue positivo, de 4.5 por ciento, mientras que para 2017 se reporta una baja de -0.7 por ciento.
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Uno de los aspectos importantes a destacar aquí es que la construcción es uno de los sectores que más contribuye a la generación de empleo, junto a las actividades de infraestructura rural, infraestructura urbana, agricultura, industria y turismo. Es decir, estos son los sectores que tienen mayor efecto multiplicador en la generación de oportunidades laborales para la población, algo que puede dinamizar la demanda interna y con ello la producción empresarial y competitividad de las economías.
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Definir estos sectores de mayor capacidad de generación de empleo es clave en un país como Colombia, el cual ha sido de los menos golpeados por la crisis financiera –junto a Chile, Uruguay, Panamá y Perú. Sin embargo, de todos estos países es Colombia el que presenta los más alto niveles de desempleo.
Uno de los factores que bien podría estar asociado al auge que hasta 2016 se venía presentando en la construcción, es que este sector hubiese servido de “nicho refugio” de excesos de liquidez en el sistema económico colombiano. Este sería uno de los síntomas de la denominada “enfermedad holandesa” que en general ocurre cuando existe un gran caudal de circulante que entra a la economía.
Esto posibilita un fortalecimiento de la moneda y un aumento de las importaciones que tiende a erosionar la capacidad productiva de sectores como la agricultura y la industria. Algo que en efecto ha ocurrido en la historia económica inmediata de Colombia.
Si bien es cierto la construcción genera un importante efecto multiplicador en la apertura de empleo, uno de los rasgos es la sostenibilidad de este tipo de oportunidades. Los empleos que se ofrecen por este sector tienden a no tener demasiada durabilidad, tienden a ser temporales, dependiendo del tipo de infraestructura o vivienda que se construye. Por supuesto que este rasgo no demerita su importancia en la estructura productiva de un país. Es más, el fortalecimiento de la infraestructura y la inversión –ya sea neta o de reposición- son factores que están asociados a la sostenibilidad de los niveles de crecimiento económico.
Otro de los aspectos que en general está afectando la baja de dinamismo en la construcción, es la capacidad de demanda en el mercado interno. En este sentido afectan las condiciones fiscales para la mayor parte de la población. En el referido informe del Banco de la República se hace ver que las tasas de crecimiento del indicador impuestos menos subsidios, fue de 0.6 por ciento para 2016 y de 3.9 por ciento para 2017.
Es evidente que aquí, de nuevo, afecta el aumento del IVA, lo que ha contribuido a disminuir las capacidades adquisitivas del mercado interno, a la vez que tiende a aumentar el nivel de precios y con ello los índices de inflación en la economía colombiana.
Giovanni E. Reyes,
Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.
Profesor Titular y Director de la Maestría en Dirección de la Universidad del Rosario
Especial para Portafolio.co