Según cálculos de expertos, el actual crecimiento es el máximo que se podría sostener en el largo plazo. Se necesita más velocidad.
La economía colombiana acaba de atravesar el 2010 a un paso saludable. Como quien va en el viejo carro familiar, confiable, seguro.
Con su mecánica sencilla y robusta que tantas veces nos ha subido al alto de La Línea, sin sobresaltos. Y, claro está, sin abusar de su capacidad.
La producción colombiana ‘pasó la Línea’ en el 2010 con un ritmo de crecimiento de 4,3 por ciento. Un paso decente. Suficiente para adelantar a las tractomulas en la cuesta. Pero también para ver alejarse a los carros de otras familias. Perú sube a 8,78 por ciento anual; Brasil, a 7,5 por ciento; Uruguay, a 8,5 por ciento. Y esa mancha celeste que se ve por la ventanilla es Argentina, a 9,2 por ciento.
Un crecimiento del producto interno bruto (el PIB, la suma de todo lo que producen las empresas dentro del país) de 4,3 por ciento es bueno para Colombia, dice Julián Márquez, analista macroeconómico de la firma Interbolsa, pero no para otros países vecinos.
Márquez tiene por qué decirlo. Hace un par de semanas calculó qué ritmo de crecimiento puede mantener la producción colombiana durante mucho tiempo, si no cambian las condiciones actuales. Mediante dos métodos distintos, encontró que el crecimiento potencial del PIB es 4,3 por ciento.
En el largo plazo, velocidades superiores no podrían ser sostenidas. Cinco días después, el Dane informó que Colombia está avanzando justamente a ese ritmo.
Es decir, al límite que le da su confiable motor. No significa que por ciertos tramos no se pueda hundir algo más el acelerador. De hecho, en la misma Interbolsa esperan un crecimiento este año de entre 5 y 5,5 por ciento y son de los optimistas, pues el promedio de los pronósticos le apunta a 4,6 por ciento.
Mayor consumo
El problema es que esas velocidades más altas no se pueden mantener por trayectos muy largos. Márquez dice que un crecimiento sobre seis por ciento puede ser problemático para la actual capacidad de producción del país.
Además, en el crecimiento actual, como recuerda el consultor Jaime Tenjo, investigador de la Universidad Javeriana, adelante va la minería, y ese sector no tiene efecto en el empleo. Sí lo tienen, en el largo plazo, la industria y el agro. La primera con un crecimiento que Tenjo califica aún de tímido, mientras el agro está estancado.
Suena raro que alcanzar mayores crecimientos pueda llegar a ser indeseable.
Pero la razón es que cuando la gente está confiada y optimista decide consumir más para aprovechar los buenos tiempos y vivir mejor. En la carretera, sienten que el viaje avanza bien y se entusiasman para llegar más rápido. Le exigen más al motor. En la vida, quieren comprar y comprar.
En febrero, el consumo de los hogares subió 5,17 por ciento frente a un año atrás, según la firma Raddar. Las importaciones de bienes de consumo crecieron en el 2010 34,9 por ciento, por encima del 23,7 por ciento de aumento en el total de importaciones.
Ante el mayor deseo de consumo, las empresas –el motor– tendrían que ofrecer mayores cantidades y, probablemente, las máquinas con las que cuentan, sus instalaciones y tierras habilitadas ya no alcanzan para ofrecer esas nuevas cantidades.
El motor del viejo carro se recalienta. Las empresas en vez de producir más terminan subiendo los precios, y los buenos tiempos se derrumban.
En septiembre, técnicos del Banco de la República calcularon que la economía producía 1 por ciento por debajo de su capacidad. Esa diferencia es conocida como la ‘brecha del producto’. Con base en esos datos, se proyectó que el año terminaba con una brecha reducida a 0,5 por ciento.
Ya para la más reciente junta del Banco, los codirectores revisaron datos mensuales en los que la brecha del producto se cerró, y producir a un ritmo mayor puede hacer que suban más los precios. Entre tanto, según los industriales consultados por la encuesta de opinión industrial (EOIC), el uso de la capacidad instalada está en 75,5 por ciento, es decir, por encima del promedio histórico.
En esas condiciones, hay que soltar un poco el acelerador y echarle agua al radiador, y el agua no es otra cosa que las tasas del Banco de la República, que las empezó a subir hace dos meses.
MAURICIO GALINDO
EDITOR DE ECONOMÍA DE EL TIEMPO