En Bogotá está el mercado, en Bogotá están los negocios, son los argumentos que usa un creciente número de empresas de otras ciudades para trasladar sus sedes a la capital del país, y para que la mayoría de las nuevas compañías que llegan a Colombia tomen la decisión de instalarse en Bogotá. Un indicador impresionante de esta tendencia es la construcción de oficinas. El total de licencias de construcción está distribuido entre las principales ciudades del país; en los últimos 5 años fueron 82 millones de metros cuadrados para todos los usos, de los cuales un 32% se hicieron en Bogotá, porcentaje cercano al 27% que representa la capital en el PIB nacional. Antioquia y el Valle tuvieron el 12% de las licencias, cifra también es cercana a su participación en el PIB. Pero en materia de oficinas, la diferencia es abismal. En el quinquenio anterior se licenciaron 2,7 millones de metros cuadrados para oficina, y de estos el 75% se construyeron en Bogotá. No es un error de mecanografía: las tres cuartas partes de las oficinas que se edificaron en el país se hicieron en la capital (2 millones de metros). En Antioquia se levantaron 162.000 m2, y en el Valle 180.000 m2; es decir, que por cada oficina que se hizo en Cali o en Medellín, en Bogotá se construyeron más de doce. Ni para qué hablar de otras ciudades. En Barranquilla sólo se licenciaron 40.000 m2 y en Cartagena 37.000 m2, pero la sorpresa positiva es Bucaramanga, donde fueron 131.000 m2, el 5% del total. La razón para este centralismo abrumador no es que en Bogotá estén los negocios. Es evidente que en Bogotá no hay petróleo, ni carbón ni oro; tampoco la mayoría de los contratos de obras públicas se ejecutan ahí, ni la generación de energía se hace en esta ciudad. Pero sí es en Bogotá, donde están todas las ramas del Gobierno Central, que es el que maneja y controla los grandes negocios del país. En Bogotá están los ministerios que dan los permisos y adjudican los contratos; está el Congreso, donde se hace lobby para obtener leyes favorables; están las superintendencias que los vigilan y están las altas cortes donde se demanda al Estado para obtener las utilidades que no se hicieron en los contratos. Por eso, la decisión racional de una multinacional que va a extraer carbón en el Cesar o La Guajira, no es ubicar su sede en Valledupar o Riohacha, sino en Bogotá, sin importar que todo sea más costoso. Hay que estar cerca del centro del poder. Junto con la decisión de las empresas productoras viene la decisión de los prestadores de servicios para estas. Tomemos sólo dos ejemplos, los financieros y los legales. Para los bancos es lógico instalar sus sedes en Bogotá: no sólo están allá sus clientes más grandes, sino todas las entidades oficiales que los controlan y vigilan. Y los grandes bufetes de abogados no tienen otra alternativa que estar en Bogotá para atender a sus clientes y estar en el sitio donde se hacen las licitaciones y se demandan los contratos; y así con muchos otros servicios. ¿Alguna duda de por qué la concentración de oficinas en Bogotá? La alternativa radical contra el centralismo gubernamental es la de Suráfrica. Allá las tres ramas del Estado están ubicadas en ciudades diferentes: la Presidencia en Pretoria, el Congreso en Ciudad del Cabo y las Cortes de Justicia en Bloemfontein. Es una solución imposible para Colombia, pero algo hay que hacer para evitar que esta espiral de centralismo frustre el desarrollo regional. macabrera99@hotmail.com helgon
Finanzas
29 mar 2011 - 5:00 a. m.
Espiral de centralismo
Crece el centralismo, crece. A pesar de que la Constitución del 91 aumentó la descentralización política y administrativa, en la economía el centralismo es cada vez mayor.
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