Por mucho tiempo, la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente estuvieron relacionados con temas de filantropía o responsabilidad social, y poco figuraban en el radar de los financieros. Pero la necesidad creciente este tipo de proyectos hace que los financiamientos verdes sean una buena oportunidad de negocio.
Por un lado, las empresas que desarrollan proyectos sostenibles se cubren frente al cambio climático, mejoran en eficiencia y pueden acceder a financiación con mejores condiciones y beneficios tributarios.
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A su vez, las entidades financieras encontraron otro nicho de negocio para crecer su cartera, y los inversionistas que compran los bonos verdes diversifican sus portafolios. Además, todos ganan en reputación.
En Colombia, cada vez más establecimientos están desarrollando líneas de créditos verdes, y los bancos, al igual que las empresas del sector real, están viendo en los bonos verdes una opción para obtener recursos dirigidos a proyectos sostenibles.
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MERCADO EN VERDE
El mercado de bonos verdes en el mundo ha tenido un crecimiento exponencial. Datos de Climate Bonds Iniciative señalan que, en el 2017, las emisiones de estos títulos sumaron US$155.500 millones, 78% más que el año anterior. Para el 2018, se espera que incluso puedan rondar los US$300.000 millones, y la meta para el 2020 es que superen US$ 1 billón.
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Estos instrumentos “representan menos del 1% del mercado de bonos, pero la oferta y demanda de inversiones verdes está creciendo rápidamente en la medida en que nuevos emisores entran al mercado y que los inversionistas buscan más agresivamente formas para cubrir su exposición al riesgo climático”, dijo recientemente la calificadora S&P.
Ya varias entidades colombianas están en esa onda. Por un lado, las financieras pioneras han sido Bancolombia, Davivienda y Bancóldex.
El presidente de Davivienda, Efraín Forero, señala que uno de los beneficios “es que con nuestra financiación estamos impulsando la ejecución de los proyectos de energías renovables, construcción sostenible o edificios verdes, proyectos de eficiencia energética e hídrica, transporte limpio entre otros, lo cual contribuye al desarrollo”.
Añade que otro beneficio de estas emisiones es que “dinamizan el desarrollo de instrumentos del mercado de capitales para la financiación o refinanciación de proyectos necesarios para el desarrollo sostenible y permite a los emisores y diferentes participantes adquirir el conocimiento para el desarrollo del mercado”.
Y aunque el trabajo para despertar el interés entre los inversionistas ha tomado tiempo, lo cierto es que cada vez hay más apetito por estas iniciativas, no solo por el sello de sostenibilidad que trae para los grandes fondos, sino que es una alternativa alineada a las estrategia de nuevos inversores como universidades, cajas de compensación, fundaciones, etc.
Desde la óptica del sector real, Celsia e ISA (por medio de su filial Cteep en Brasil) ya han hecho operaciones con bonos verdes. En el primer caso, los recursos son para la construcción de cuatro granjas solares, mientras que Cteep emitió los títulos para complementar la financiación requerida en la construcción de más de 1.000 kilómetros de líneas de transmisión de energías renovables.
La Corporación Financiera Internacional (IFC) del Banco Mundial es una de las entidades que ha jugado un rol clave en estas emisiones. Marcela Ponce, responsable del Programa de Finanzas Climáticas, dice que hay un mandato de tener inversiones con cada vez más componentes de sostenibilidad, al punto que la meta es que al 2030 el 35% de la cartera sea verde.
PLATA SÍ HAY
Aunque una emisión de bonos tiene unas exigencias y costos que no pueden asumir todas las empresas, la otra alternativa son los créditos verdes.
La Asociación Bancaria lleva tres años haciéndole seguimiento al tema y en su informa más reciente, señala que la cartera certificada como verde ya ronda los $1,7 billones de pesos, y la idea es que este año cierre en alrededor de $2 billones.
Yazmín Ramírez, Profesional Máster en Sostenibilidad de Asobancaria, dice que estos financiamientos se convirtieron en una oportunidad de negocio importante, y hay al menos 10 bancos que tienen líneas propias o de redescuento. Recordó que más allá de ver la rentabilidad a la hora de analizar un crédito, también se está incluyendo una evaluación de riesgos ambientales y sociales. El año pasado se desembolsaron casi $11 billones a proyectos que no implican ningún impacto negativo en el medio ambiente y en la sociedad.
Jaime Buriticá, director de Tesorería de Bancóldex, señala que si bien hay recursos, uno de los desafíos es que haya más proyectos. “Hay dinero en la banca e interés de los inversionistas, pero es el sector real quien pone las iniciativas”, afirma.
Por eso, están trabajando en un plan para identificar compañías con necesidades de inversión sostenible, para darles el apoyo de una consultora en la estructuración de los proyectos y la financiación con las líneas que ofrece Bancóldex.
José Humberto Acosta, vicepresidente Financiero de Bancolombia, dice que “el país está cambiando y en ese sentido, aumenta la demanda de líneas verdes, al tiempo que los inversionistas también necesitan mostrar que están motivando los temas ambientales. Los bancos estamos encarando el futuro a eso, en la medida en que se construyan más de estos activos, haremos más emisiones, pero la pregunta es a qué velocidad”.
Por lo pronto, las expectativas son favorables. Según el directivo, al año hay proyectos entre $200.000 y $300.000 millones por año y, si los fundamentales de la economía se cumplan, habrá más entusiasmo frente a los temas verdes, y por ende más proyectos.
Además, Asobancaria está liderando unos pilotos de innovación financiera para mirar las necesidades específicas de inversión sostenible en distintos sectores.
Por otro lado, el financiamiento verde no es solo de las grandes empresas. Las pequeñas son más vulnerables al cambio climático y por eso, entidades como Bancamía tienen también líneas verdes y asistencia técnica.
DINAMISMO EN PROYECTOS
Marcela Ponce de la IFC dice que viene una buena dinámica para estos instrumentos, toda vez que muchos países, entre ellos Colombia, firmaron el Acuerdo de París con el compromiso de reducir las emisiones de carbono. Además, las empresas buscan ser cada vez más competitivas y eso trae más interés en proyectos sostenibles. Esto, sin contar con que hay mucha más conciencia del cambio climático que en años anteriores, especialmente entre las nuevas generaciones que ‘premian’ la sostenibilidad. Recientemente el Gobierno colombiano sacó un documento Conpes de Crecimiento Verde, en el que señala que el financiamiento requerido para adoptar las políticas necesarias en la estrategia ronda los $2,3 billones.
Luisa Gómez Rodríguez
Subeditora de Portafolio