Cuando ya se han cumplido 10 días desde que tuvo lugar el último gran atentado del Estado Islámico en Europa, Barcelona es, ahora mismo, una ciudad con dos caras.
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La superficial, representada en la congestión de La Rambla, la playa de la Barceloneta o en la multitud de autobuses que llegan cada 10 minutos a la Sagrada Familia, muestra aún la fortaleza de una ciudad que recibe al año el doble de visitantes extranjeros que Colombia y que parece mantener intacta la estela de ‘destino refugio’ de la que ha gozado, al igual que España, en los últimos años.
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La interna, por el contrario, es bien distinta, ya que cualquier ruido o movimiento fuera de lo normal tiene un efecto inmediato: despierta, según sus ciudadanos, una tensión incómoda al recordar el atentado que el 17 de agosto produjo la muerte de 16 personas y que mantiene a unos 24 heridos en los hospitales.
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“Hay una psicosis colectiva, estamos todos en tensión y da más miedo ir a los lugares más transitados", asegura Mikel Civit, el encargado de un quiosco que se encuentra a 20 metros de la fuente de Canaletas, lugar donde el terrorista la furgoneta entró en La Rambla.
Más abajo, Carlos, el dueño de una caseta de souvenirs, deja entrever, con apariencia tranquila y fumando un cigarrillo, que no han sido días fáciles para la zona más transitada de Barcelona. “Más que en los turistas, el impacto psicológico ha sido en los que trabajamos aquí. Muchos de nosotros, cuanto escuchábamos un ruido, en seguida mirábamos hacia arriba (desde donde vino el vehículo) para ver si pasaba algo”.
Tanto así que, en medio de una atmósfera vacacional, algunos de los trabajadores de La Rambla no pueden ocultar el impacto del terrorismo en su vida cotidiana. “Han sido tantos días con preguntas que lo que quiero es olvidarlo y no contestar, solo dejarlo pasar”, dice la dependienta del siguiente puesto de souvenirs.
Sin embargo, pese al estado de alerta que reina en la vía, sus inquilinos y los ‘altares’ improvisados repletos de velas, flores, peluches y mensajes de apoyo, muestran la unidad frente a estos actos de terror. “No podemos dejar que condicionen nuestro estilo de vida, hoy puede pasar en cualquier lugar”, apunta Civit.
La otra cara de la moneda son los visitantes, pues esa tensión, camuflada tras la cámara de fotos, las chanclas o los helados para combatir los 30 grados de calor, sale a flote en cualquier momento. “Por supuesto, nos planteamos no venir. Al final hemos estado tranquilos, pero por ejemplo, ayer en una calle pequeña sin aceras, un taxi iba por el centro de la vía y, aunque iba despacio, una familia gritó al verlo”, asegura Rachel Chamberlain, una turista de Reino Unido que pasea por la conocida arteria con su esposo e hija.
Eso sí, este entorno no parece afectar a Franco Vallejo, un cardiólogo colombiano de la Clínica de la Costa que asistió al Congreso Europeo de Cardiología. “El viaje estaba planeado desde antes y no me planteé no venir, pese a que mi familia sí que me pidió que lo cancelara. De hecho, todo el grupo de Colombia ha venido y lo que hemos visto es mucha seguridad en el congreso y en La Rambla”.
Precisamente, este evento médico esperaba recibir una asistencia mayor a las 30.000 personas y, aunque la organización afirma que la cifra supera los 31.500 visitantes, los presentes no dejaron de apuntar que la sensación que tenían es que la afluencia había sido inferior a lo visto en ediciones anteriores.
IMPACTO ECONÓMICO
Más allá de la tensión, Barcelona trata de evitar que la situación tenga un mayor impacto en el turismo, una actividad que le proporciona casi el 15% de su PIB. No obstante, según el Ayuntamiento, no se han producido más cancelaciones de lo normal y los hoteles mantienen una ocupación del 85%.
No hay que olvidar que según la Organización Mundial del Turismo, España recibió más de 75 millones de turistas extranjeros durante el 2016, lo que ubicó al país en el tercer lugar a nivel global.
Con todo, el impacto a pie de calle parece ser inferior al que se esperaba. “El bajón se notó los 2 o 3 días siguientes, pero ya al quinto, el tema de las ventas remontó y, aunque no estamos al 100%, yo creo que estamos como al 80% de antes del ataque.
Prácticamente hacemos faena normal y el tránsito es similar”, considera Civit.
De igual forma, Anna, una vendedora ambulante de abanicos, procedente de Europa del Este, explica que el mayor golpe fue justo después del suceso. “La gente estaba tan nerviosa que no paraba a comprar, estaba más pendiente de mirar hacia todos lados", afirma, sin dejar de ofertar a gritos su producto “¡a un euro!”.
Pero una vez que ya se han cumplido los 10 días, para la mayoría la situación ya se ha normalizado. “Ya está todo más o menos igual. Los primeros días la gente también venía, pero a hacer fotos y a preguntar si había visto el atropello, no a comer. Al sexto día ya se normalizó”, dice el voceador de Jamón Experience de La Rambla, quien no quiso decir su nombre.
Desde la parte turística, al mismo tiempo, pese a sufrir una pequeña baja en los primeros días, se trata de dejar atrás los problemas. “En los primeros días sí que hubo cancelaciones y varias personas dejaron de venir, pero en general los clientes no están asustados y, con los que hemos hablado, aseguran que van a hacer uso de su reserva. La gente está afectada pero ya nos lo esperábamos, es una ciudad importante, grande y turística”, señala Rubén de Dios, un guía turístico que, bajo su paraguas naranja, espera la llegada de sus clientes para iniciar el recorrido.
Sin embargo, es posible que esta calma sea una especie de espejismo. De acuerdo con Josep Frances Valls, experto del sector turístico de Esade Business & Law School, “lo días siguientes al episodio no son un baremo efectivo para saber lo que va a ocurrir. En los 6 primeros meses, podremos ver un descenso en el turismo de hasta un 20% en Barcelona, a pesar de que fue una operación rápida y, a los 3 días, la Policía ya había cerrado el caso”.
“Tendrán que pasar unos 18 meses hasta que realmente se vuelva a la completa normalidad. Lo que es cierto es que, a partir de ahora, ni Barcelona ni España van a seguir viéndose como sitios seguros. Esto, de hecho, podría ser una oportunidad para salir fortalecidos, ya que si se hace un buen plan, se logrará atraer a visitantes de mayor calidad, muchos de los actuales llegaban al país evitando otros destinos. Esto es el turismo prestado”, agrega Valls.
Sea como sea, las cifras que ofreció el Gobierno francés cuantificaron el impacto en una caída de 20% o 30% en Niza, y de 1,6 millones de visitantes en París durante el 2016, mientras que otros informes dejan claro que los atentados le costaron un 0,6% del PIB a Francia y Bélgica. En Barcelona, medios locales hablan de una caída tanto en la llegada como en el gasto, el cual se contraería hasta un 7%.
Rubén López Pérez
Subeditor internacional
Internacional
31 ago 2017 - 8:27 p. m.
Barcelona, una ciudad en tensión bajo la sombra
Días después del atentado, la urbe española lucha por sortear el impacto en el comercio y proteger una de sus principales industrias, el turismo.
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