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Internacional

08 feb 2019 - 8:20 p. m.

Estado de la Unión: el discurso de alguien cuyo poder se esfuma

Trump está arrinconado y no se puede escapar.

Donald Trump se dirigió al Congreso

El pasado martes, Donald Trump se dirigió al Congreso e hizo un llamamiento a la unidad en el país.

Reuters

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08 feb 2019 - 8:20 p. m.

Una vez al año, Donald Trump hace un discurso extrañamente bipartidista en el Congreso. Normalmente es precedido y sucedido por venenosas declaraciones partidistas. El discurso del Estado de la Unión 2019 no fue una excepción.

En el día, el Presidente describió a Chuck Schumer, el líder demócrata del Senado, como un “desagradable hijo de puta” y a Joe Biden, el exvicepresidente, como “tonto”. Unas horas después, llamó a los estadounidenses a “reavivar los lazos de amor, lealtad y memoria que nos unen”.

El enigma es por qué fingió hacerlo. Tal vez incluso Trump, el iconoclasta más ruidoso en la Casa Blanca, se siente obligado por el peso de la tradición.

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La diferencia es que su tercer intento de conjurar la unidad nacional no engañó a nadie. Su primer discurso en el Congreso - que tuvo lugar poco después de su infame intervención inaugural en el que habló de “la masacre estadounidense” en 2017 - recibió críticas entusiastas. Muchos de sus críticos dijeron que finalmente había asumido el manto presidencial. Tales elogios se desvanecieron rápidamente.

Dos años después, nadie cree que Trump esté a punto de girar hacia el centro. A pesar de las obligatorias referencias a la grandeza de EE. UU., los alunizajes, las invasiones de playas de Normandía y la valentía durante la Guerra Fría, el único objetivo real de Trump fue altamente divisivo, y familiar: construir un muro en la frontera sur del país con México. No ofreció ningún plan sobre cómo hacerlo.

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Fue el discurso de un presidente cuyo poder se está desvaneciendo rápidamente. Se produjo apenas una semana después de que Trump cedió ante la presión demócrata para reabrir el gobierno después de un cierre récord de 35 días sin haber asegurado ni un centavo de los fondos que se necesitan para construir el muro.

Se produjo apenas ocho días antes de que el Gobierno tal vez cierre nuevamente, a menos que Trump acepte cualquier acuerdo presupuestario que un comité bipartidista envíe a su escritorio. Eso no incluirá ninguna financiación para el muro. En ese momento, Trump firmará porque no puede darse el lujo de ser el culpable de otro cierre. Entonces es probable que declare una emergencia nacional, la cual Mitch McConnell, el líder de la mayoría en el Senado - y uno de sus aliados más leales y más importantes - ha descrito como una movida constitucionalmente imprudente.

A pesar de esto, Trump insistió el martes por la noche en que “construiré el muro”. Pero está arrinconado y no hay escape. Sin un muro, la base de Trump se alejará. Sin embargo, sólo puede financiar un muro mediante la creación de una crisis en la que seguramente perderá.

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El otro mensaje significativo en el discurso fue un ataque al socialismo. Los presidentes de la Guerra Fría advertían rutinariamente contra la versión soviética. Es difícil recordar a un presidente estadounidense preocupado por el socialismo en casa. Sin embargo, la declaración de Trump nació de un astuto cálculo político.

Muchos de los demócratas frente a él ostentan alegremente una palabra que hasta hace poco era un tabú en la política. Las elecciones primarias presidenciales demócratas que se avecinan se están convirtiendo en un concurso de belleza socialdemócrata. Trump sabe que podría beneficiarse de esto. “Hoy renovamos nuestra determinación de que EE. UU. nunca será un país socialista”, dijo ante entusiastas aplausos de la mitad de la cámara.

En cuanto a la lista de quehaceres, a los estadounidenses les costará trabajo nombrar uno solo dentro de 48 horas. El discurso se destacó por la falta de detalles, incluso para los estándares de Trump.

Hubo una referencia sin contenido con respecto a la infraestructura; sin mención de costo, mecanismo o razón de ser. Habló un poco sobre bajar los precios de los medicamentos recetados y financiar una cura para el cáncer infantil. Estos fueron los pasajes más trillados del discurso. Quedó claro que Trump no esperaba establecer un punto de unión con los demócratas. El sentimiento era claramente mutuo. La elección de 2020 ya está en marcha.

Dos cosas son claras. La primera es que Trump presentará la elección como una batalla entre él y un socialista. “Nacimos libres y nos mantendremos libres”, apuntó. La segunda es que la elección se realizará contra un trasfondo sin muro.

LA ERA DE TRUMP

¿Cuánto va a durar esto? Desde el trastorno político de 2016 — el voto al Brexit y a Donald Trump — los analistas han estado discutiendo si esto es una aberración temporal o el comienzo de una nueva era.

Todavía está en sus comienzos. Pero parece probable que los futuros historiadores consideren el 2016 como el inicio de un nuevo ciclo en la historia internacional. La mala noticia para los liberales es que estos ciclos pueden durar un buen tiempo; 30 años parece ser el promedio.

En este tiempo un movimiento populista global ha cobrado impulso. El hecho de que gran parte de las clases dirigentes y de los medios de comunicación desprecian a Trump puede ocultar este punto. Pero el Presidente cuenta con numerosos admiradores, algunos de ellos liderando gobiernos en el mundo.

Jair Bolsonaro, el nuevo presidente de Brasil, es un declarado admirador. En el Medio Oriente, los gobiernos de Arabia Saudita y de Israel definitivamente prefieren a Trump que a Barack Obama. Su club de admiradores también se extiende a Europa. Polonia y de Hungría están más cerca de la Casa Blanca que de la Comisión Europea en Bruselas. Matteo Salvini, el viceprimer ministro de Italia, también ve a Trump como un ‘modelo a imitar’.

El caos del Brexit ha resultado en que haya pocos otros partidos populistas europeos que actualmente estén haciendo campaña para abandonar la UE. Pero el impulso en contra de las clases dirigentes que dio lugar al voto del Brexit sigue cobrando fuerza en Europa. Este se ha manifestado en diversas formas, desde en el movimiento de los ‘gilets jaunes’ (chalecos amarillos) en Francia hasta en el surgimiento del partido Alternativa para Alemania, el cual actualmente representa la oposición oficial en el parlamento alemán.

Es posible identificar dos épocas distintas en la política occidental de la posguerra, las cuales duraron unos 30 años. El primero, de 1945 a 1975 y conocido como los gloriosos treinta en Francia, se identificó con un período de sólido crecimiento económico en Occidente, y todo esto sucedió en el contexto internacional de la Guerra Fría.

El segundo período, la ‘era neoliberal’, también duró unos 30 años hasta que fue desacreditado por la crisis financiera mundial de 2008. Al final de los ‘trente glorieuses’ pasaron algunos años de incertidumbre antes de que surgiera un nuevo movimiento ideológico. Pero eso sucedió en 2016, con la elección de Trump y con el Brexit.

Pero ¿por qué los ciclos duran 30 años? Una posible explicación es que las ideologías exitosas y los movimientos políticos que generan pasan por un ciclo de emulación seguido por una extralimitación ideológica. Si los nuevos movimientos desarrollan un aura de éxito, encuentran imitadores. Esa sensación de impulso ideológico crea entonces una demanda para que las ideas originales detrás del movimiento sean impulsadas más allá y más rápidamente. Y eso lleva a la fase de extralimitación del ciclo.

La rápida propagación de este nuevo estilo político pudiera ser sólo el comienzo de una nueva era que dure décadas. Los años ‘trente glorieuses’ se consideraron gloriosos porque los niveles de vida estaban aumentando. De la misma manera, la era Reagan-Thatcher se solidificó con un crecimiento económico y con la victoria en la Guerra Fría.

En cambio, el Brexit está experimentando serios problemas y la administración Trump está trastabillando. A menos que los populistas puedan ofrecer resultados, su nueva era pudiera fallecer en su infancia.

Edward Luce
Gideon Rachman

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