Ahora a mediados de noviembre, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha publicado el correspondiente número del “Monitor de Comercio Exterior 2017”. Entre la información que se brinda, se destaca que México es la única economía latinoamericana que desde 2010 ha mejorado sus condiciones de competitividad en la región. Se trata de un período que se ubica a partir de año y medio luego de septiembre de 2008, cuando dio inicio la última crisis financiera mundial.
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No obstante, esta mejora en las condiciones que facilitan la realización de negocios, el establecimiento de empresas o unidades de producción y un clima propicio para inversiones en los circuitos de la economía real, la economía mexicana presenta un panorama contrastante en cuanto a sus logros y al riesgo de sostenibilidad de las ventajas alcanzadas.
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En medio de los rasgos favorables se distingue que se trata del país -junto a Brasil y Costa Rica, como casos más documentados- que ha diversificado su portafolio de exportaciones. El desarrollo de la industria automotriz por ejemplo, ha permitido, junto a otras líneas de producción, ir superando la dependencia peligrosa e inestable del petróleo y sus derivados.
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Por otra parte, el país -que constituye casi la mitad de la capacidad exportadora de América Latina- ha aumentado en un 7 por ciento el total de la oferta que coloca en los mercados internacionales. De ello, es de resaltar, un 87 por ciento tiene como destino a Estados Unidos, que es, desde luego el mercado natural de México, como lo es, también, de Centro América y la región del Caribe.
También es de subrayar, que el total de productos que exporta México aumentó de valor cerca de un 31 por ciento, frente a una contracción de este valor para el resto de exportaciones de Latinoamérica. Este es de nuevo un indicador clave de la necesidad -lastimosamente siempre postergada- en cuanto a renovar, innovar, en la estructura de las exportaciones de Latinoamérica. Se trata de superar las materias primas que tienen poca elasticidad de la demanda en los mercados, que no tienen mayor valor agregado y que dejan daños ecológicos en muchos casos, los que son muy importantes en los ecosistemas de la región.
Sin embargo, no todo es algarabía, jolgorio y pan pintado para la economía mexicana. No es de olvidar que los frutos de más de 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, por sus siglas en castellano, o NAFTA, por sus siglas en inglés) han generado mayor inequidad en la sociedad de la segunda economía latinoamericana -tan sólo superada por Brasil. A eso se agrega que los salarios promedio se han alejado de los de Canadá y Estados Unidos; la pobreza y la marginalidad no se han visto reducidas.
Y ahora que Estados Unidos siente que va perdiendo, Trump amenaza con tirar la mesa del ajedrez. Los países más desarrollados, por lo general, no compiten donde pierden.
Giovanni E. Reyes,
Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.
Profesor Titular y Director de la Maestría en Dirección de la Universidad del Rosario