Hay muchas formas de matar a un hombre. Al desplegar un raro agente nervioso de grado militar desarrollado en la antigua Unión Soviética, los presuntos asesinos del exespía Sergei Skripal y su hija dejaron una huella digital distintiva en el arma homicida.
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El agente Novichok, una cuarta generación de armas químicas fabricadas para batallar en contra de las tropas de la OTAN, se considera más letal por mucho que Sarín o VX. Es poco probable que Moscú permitiría que un veneno tan letal saliera de su control.
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Esto plantea la pregunta: ¿por qué usarlo en contra de un exespía que ya no amenaza a Moscú, y en la tranquila ciudad inglesa de Salisbury? El episodio macabro envía una advertencia a los rusos exiliados considerados traidores o enemigos del presidente Vladimir Putin: nunca estarán a salvo, en cualquier sitio. Reafirma la tensión con Occidente antes de las elecciones del domingo en Rusia, lo cual le permite a Putin ser el hombre fuerte.
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También muestra un desdén por el Reino Unido y sus leyes. Este desprecio ha sido reforzado por el tono sarcástico de las negaciones posteriores de Moscú.
Era vital que el Gobierno del Reino Unido respondiera de una forma robusta –pero calibrada– que fuera lo suficientemente dolorosa para asegurar que los autores del crimen lo pensaran dos veces antes de volver a repetirlo.
Theresa May, la primera ministra del Reino Unido ha tenido una buena respuesta inicial. En su declaración ante el Parlamento el miércoles, ella dijo que el Reino Unido expulsaría a 23 diplomáticos rusos, los cuales, según informes, son espías no declarados. El Gobierno suspenderá contacto de alto nivel con Moscú. Además, propondrá una cláusula estilo Magnitsky al proyecto de ley de sanciones, que permitirá la implementación de medidas selectivas en contra de funcionarios rusos que estén involucrados en abusos de derechos humanos.
Estas medidas probablemente no sean suficientemente fuertes. De hecho, algunas –como el hecho de que la familia real no asistirá a la Copa Munidial– seguramente no tendrán un gran efecto sobre Putin.
Este descarado primer uso conocido de un agente nervioso en territorio de la OTAN desde la formación de la alianza en 1949 puso en riesgo muchas vidas. Como resaltó May, esto no fue sólo un intento de asesinato. Fue una afrenta a la prohibición del uso de armas químicas y al sistema internacional basado en reglas del que dependen el Reino Unido y sus socios.
Durante el reinado de Putin, el Estado ruso ha atacado reiteradamente el estado de derecho. Gran Bretaña podría y debería ir más allá de lo que May ha propuesto. En particular, debería reducir el uso de Londres como un centro global para el lavado de dinero ruso.
Sin embargo, Gran Bretaña por sí sola no puede obligar a Putin a cambiar. Está en una posición débil. Después de la votación del Brexit, y con el presidente Donald Trump (un admirador de Putin) en la Casa Blanca, el Reino Unido rara vez ha estado tan aislado.
Los eventos en Salisbury son una gran prueba para la influencia diplomática del Gobierno del Reino Unido. Varios países europeos ya han mostrado indicios de vacilación ante la continua imposición de sanciones a Rusia por su anexión ilegal de Crimea. Para fortalecer su resolución, el Reino Unido primero debe proporcionar a sus aliados pruebas incontrovertibles de que Moscú fue responsable de este último crimen. Europa y EE. UU. deberían tener una respuesta unificada. Putin ha tratado de dividir y debilitar a Occidente. Para detener su agresión se requerirá solidaridad y resolución.