El propósito del euro no era solamente facilitar la armonía económica. Debía asegurar también la estabilidad política. Ninguna de las dos cosas se dio y una generación de políticos pagará por ello.
Los partidos ganan y pierden elecciones todo el tiempo. No obstante, es poco frecuente ser destruido de manera tan absoluta como lo fue Fianna Fail en Irlanda. El partido que dominó la política irlandesa desde la independencia en la década de 1920 fue empujado al tercer puesto.
Lo que sucede en Irlanda no le importa demasiado a nadie excepto, a los irlandeses. Es un país pequeño con unos 4,5 millones de habitantes. Sin embargo, los resultados irlandeses son un preestreno privado de una mayor agitación por venir.
Los niveles de aprobación de la canciller Ángela Merkel están en peligro en la medida que su partido enfrenta problemas electorales en Alemania. La reelección del presidente Nicolás Sarkozy en Francia está claramente en duda. Y el primer ministro Silvio Berlusconi parece acabado como fuerza en la política italiana, no sólo debido a su interés por las jovencitas.
El euro está destruyendo las perspectivas de reelección para los gobiernos en todas partes. Salvar la moneda requiere rescates sumamente impopulares o exige penosas medidas de austeridad.
Siendo evidente que el apoyo a la moneda única significa el sacrificio de la carrera política, es inevitable que los líderes abandonen gradualmente el proyecto.
ESCALOFRÍOS IRLANDESES
Los resultados irlandeses fueron de esas cosas que hacen correr un escalofrío por las espaldas de los líderes electos donde quiera que sea. Obviamente, a veces se pierden votos. Los otros tienen la oportunidad de dirigir el espectáculo cada tanto. Es como funciona el sistema. En general, pueden contar con que en 5 o 10 años les llegue nuevamente el turno.
No resulta, con todo, muy probable que Fianna Fail pueda levantarse de esta derrota. De la noche a la mañana, pasó de ser el partido natural de gobierno a ser un movimiento marginal. Los votantes perdonan mucho si la economía marcha bien, si la gente se siente más rica y si hay muchos empleos bien pagos dando vueltas.
Merkel y Sarkozy ven difícil su reelección
Ninguno de los principales líderes de Europa parece a salvo en este momento. Miren lo que pasó con el partido gobernante de Merkel, la Unión Demócrata Cristiana en Hamburgo.
En las elecciones regionales del mes pasado, su partido se llevó apenas 21,9 por ciento de los votos. Fue la mitad de su porcentaje en 2008 y el más bajo en la ciudad desde 1946. Por supuesto, siempre hay un montón de temas locales involucrados en cada elección.
Sin embargo, los votantes alemanes estaban comprensiblemente enojados por tener que rescatar a los miembros de la moneda única en apuros. Merkel habla con dureza, pero cuando llega el colapso, firma los cheques. Ahora está pagando el precio.
En Francia, Sarkozy ya no tiene aferrado el poder como antes. Un sondeo de opinión reciente mostró que el 52 por ciento de los encuestados quieren que el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, gane las elecciones presidenciales el año próximo. Compárese esto con el 21 por ciento que quiere que Sarkozy haga un segundo mandato. Es una brecha muy grande para cerrar.
En Grecia, el primer ministro George Papandreou está siendo castigado por presidir una economía en una marcada recesión y por entregar la gestión de las finanzas del país a la Unión Europea y al FMI. Su partido, Pasok, bajó al 25 por ciento en las encuestas.
En Finlandia, el partido Finlandés Auténtico, que se opone al euro, está creciendo en popularidad.
Hasta Berlusconi, en Italia, parece estar a punto de irse después de tres mandatos. Es uno de los grandes sobrevivientes de la vida tanto empresarial como política. Pero, ¿un juicio por acusaciones de pagar por sexo con una menor? A esta altura, hasta Bill Clinton habría decidido arrojar la toalla. Es difícil ver cómo alguien puede salir indemne de un escándalo de semejante magnitud, sobre todo con el telón de fondo de un crecimiento económico deprimente.
Salvadores no electos
Cualquier primer ministro, presidente o canciller que se esfuerce por mantener intacta la moneda única se meterá en problemas. Es fácil para los funcionarios de las oficinas de la Unión Europea en Bruselas o en el Banco Central Europeo en Fráncfort decir que debemos hacer esto o aquello para salvar a la moneda única. Ninguno de ellos es elegido por el voto popular.
21,9 por ciento de los votos obtuvo la Unión Demócrata Cristiana en Hamburgo. La mitad que en 2008.
MATTHEW LYNN
Bloomberg