Nada es más sospechoso que cuando un gobierno usa y abusa de los pobres. En nombre de los pobres se comenten los peores errores económicos, se desarrollan los mayores escándalos de corrupción y se crean los sistemas sociales más irracionales e insostenibles.
A todo señor, todo honor; nadie supera al dúo Chávez-Maduro. En nombre del pueblo convirtieron uno de los países más ricos del mundo en materias primas en una autarquía de miseria y escasez. Nacionalizando caprichosamente, controlando los precios y restringiendo el ámbito del sector privado, hoy tienen a Venezuela en unos niveles de pobreza inimaginables.
Algo similar sucedió en la Argentina de Kirchner, así no sea el único gobierno de ese país que haya sobresalido en el despilfarro. Argentina es una nación que lleva más de 60 años autodestruyéndose y todavía no lo han logrado. Su riqueza es tan inmensa que, a pesar de todos los errores cometidos en nombre de su pueblo, no han logrado acabar con esa economía. Pero han hecho un impecable trabajo equivocándose en seleccionar sus gobernantes.
Brasil confirma que en nombre del pueblo también se puede robar en grande. Los escándalos son como el país: inmensos. Todos los populistas (Chávez, Evo, Correa, Ortega, Maduro, Kirchner, Lulla, Dilma e incluso Bachelet) han demostrado que su ansia de poder solo es superado por su apetito por el dinero. La derecha roba (Reficar, Saludcoop, cargo de confiabilidad, etc., la izquierda lo hace en nombre de una causa noble como la justicia social.
En nombre del pueblo se subsidia alegremente para luego tener que subir los impuestos, que son pagados por los pobres que, supuestamente, fueron beneficiados por los mismos subsidios. En nombre de los menos favorecidos, se implementan programas de asistencia que solo benefician a los políticos que los administran. Colombia está llena de estos esquemas repletos de mermelada, en los cuales verdaderas mafias obtienen millonarias fortunas, mal alimentando a los niños, robándose los hospitales públicos, generando burocracia inútil en las universidades oficiales o pagando absurdas convenciones laborales en las empresas estatales.
En nombre de los pobres se reducen las penas por los delitos ‘menores’ y se promueve la excarcelación como si las víctimas de esa inseguridad no fuesen los pobres, siempre a la merced de los violentos. En nombre de los pobres, los burgueses promueven el libre consumo de estupefacientes, que se convierte en un microtráfico que invade los barrios populares, generando violencia y bandas criminales.
En nombre de la defensa de los pobres campesinos, se prohíbe la importación de productos agropecuarios cuando en realidad se trata de proteger sectores productivos ineficientes apoyados en enormes rentas. Mientras tanto, los pobres deben comprar sus alimentos más caros. Lo mismo sucede con los servicios públicos cuyas tarifas crecen más que la inflación, bien por encima del incremento de los salarios.
Para disfrazar estos abusos, los gobiernos utilizan diferentes nombres. Algunos le denominan socialismo, otros nacionalismo, justicia social, , o prosperidad para todos, e incluso lucha contra la desigualdad. Pero, en el fondo, a estos gobiernos, de derecha o izquierda, el progreso de los más débiles poco o nada les importa. El nombre es solo el comodín para gobernar a favor de los que ostentan el poder.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com
COLUMNISTA
En nombre de los pobres
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Miguel Gómez Martínez
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