En el ‘Panorama Energético Mundial 2017’, la Agencia Internacional de Energía (AIE) proyecta cuatro cambios sustantivos en el sistema global de energía para el año 2040: crecimiento rápido de las tecnologías de energía limpia, electrificación creciente, China con su economía orientada a los servicios con una mezcla de energías limpias y la resiliencia de los yacimientos no convencionales en Estados Unidos.
Se calcula que la demanda de energía para ese año se habrá incrementado en 30 por ciento, destacándose India como principal jalonador de dicho crecimiento. La población mundial pasará de 7,4 billones a 9 billones, dentro de un proceso acelerado de urbanización.
Señala la AIE, que el mundo, para satisfacer sus necesidades crecientes de energía, tendrá el liderazgo del gas natural, cuya demanda crecerá 45 por ciento para el 2040, con un rápido crecimiento también de renovables y de eficiencia energética. Esto dentro del escenario base de las proyecciones, en el cual se asumen compromisos anunciados por los países con del propósito de reducir las emisiones de gases efecto invernadero. Un panorama más optimista en logros ambientales es el llamado ‘Escenario 450’, en línea con los Acuerdos de París sobre cambio climático, consistente en mantener por debajo de los 2 °C el incremento de la temperatura del planeta y fijar a máximo 450 partes por millón la concentración de CO2 en la atmósfera.
De esta forma, se espera que las energías renovables capturen dos tercios de la inversión global en plantas de generación para el 2040. Se destaca el rápido desarrollo de celdas solares fotovoltaicas, de nuevo con el liderazgo de China e India. Se proyecta que las energías renovables lleguen a ser el 40 por ciento del total de las fuentes de generación de energía. Pero las renovables no solo serán importantes en la generación de energía, también crecerán en otros usos: calentamiento y transporte.
Para que todo ello suceda, los países deben acometer políticas con metas específicas. A primera vista, pareciera que el 2040 está muy lejos, pero, en términos de políticas públicas, el reto es enorme porque toma mucho tiempo introducir cambios visibles en la matriz energética de los países. Implica, entre otras acciones, prever periodos de transición de combustibles fósiles altamente contaminantes a otros más limpios, introducir energías limpias y programas efectivos de eficiencia energética.
Colombia tiene en su matriz energética una alta participación de la hidroelectricidad, que es energía renovable y limpia. Pero tiene camino por recorrer en el tránsito de los combustibles líquidos a los gaseosos. Entre estos últimos, el gas licuado del petróleo (GLP) es una excelente alternativa para llegar a sectores como el industrial, el de transporte, de generación eléctrica y el agrícola, particularmente en regiones apartadas, de difícil acceso por otros combustibles.
A nivel global, la demanda de este combustible creció el año pasado al 6,5 por ciento y se proyecta, ante el importante incremento en la oferta, un precio estable para los próximos 10 años. Se ha presentado un gran dinamismo en el consumo de los sectores industrial y de autogas en transporte (27 millones de vehículos utilizan GLP). También se destaca la revolución de conversión residencial a GLP que se está viviendo en India e Indonesia, con base en el apoyo vigoroso de los respectivos gobiernos. En India, con más de 1.200 millones de habitantes, se consumen 22 millones de toneladas de GLP, mediante cuatro millones de cilindros que se entregan diariamente. Su demanda está creciendo al 11 por ciento anual.
¿A qué se debe este crecimiento tan vigoroso? El factor crítico ha sido el fuerte apoyo del Gobierno. Se han establecido tres programas innovadores enfocados a los más pobres: (i) subsidio al consumo; (ii) subsidio de conexiones, y (iii) una campaña de conciencia ciudadana para que quienes no lo necesiten cedan el subsidio a los más pobres. Esto acompañado de unas políticas que han sido exitosas en impulsar el crecimiento del mercado no subsidiado, aprovechando sinergias en materia de infraestructura de transporte y distribución.
Para el caso colombiano, el impulso definitivo del GLP deberá darse con el aumento de cobertura en el sector residencial, para aquella población rural que sigue cocinando con leña (4,1 millones de personas). No solo por política energética, sino también por consideraciones de salud pública y ambientales. En materia ambiental, es una política concreta para disminuir la deforestación, y en salud pública, por el daño que produce el humo. Se calcula que una estufa de leña con fuego abierto equivale a 400 cigarrillos en una hora, que afecta principalmente a mujeres y niñas.
Así que el mundo se encuentra frente a cambios sustantivos en su horizonte energético y Colombia no es ajena a estos retos. Hay que asegurar que la canasta energética responda a las necesidades del aparato productivo y de las regiones, al paso que se atienden los compromisos de la agenda mundial frente al cambio climático.
Alejandro Martínez Villegas
Exviceministro de Minas y Energía.