El pueblo colombiano eligió con un mandato claro y soberano a Iván Duque Márquez, presidente de la República, y a Marta Lucía Ramírez, primera vicepresidenta de la historia del país. En su ponderado discurso de la victoria, el presidente electo sentó las bases de su tono conciliador y de concordia nacional al anunciar que “dedicará todos sus esfuerzos para unir al país. No más divisiones. Un país de todos para todos. Se trata de unir al país, de construir, porque cuando se construye y no se destruye, el futuro es de todos los colombianos”.
El mandatario electo percibe que la esperanza puede ser una fuerza muy poderosa, con la cual cualquier cosa es posible en una nación tan compleja como la nuestra.
De ahí que hubiera proclamado que “ha llegado el momento de la esperanza” y la “oportunidad para pasar la página de la polarización, la página de los agravios, la página de la ponzoña. Se trata de mirar hacia el futuro”. Así lo sentenció de manera firme, pero sosegada el gobernante electo, muy propio de su carácter tranquilo e imperturbable.
Duque pregona que va a “gobernar con transparencia, con eficacia, para devolverle al país la esperanza de creer en sus instituciones”.
En el discurso inaugural antes de su llegada a la Casa de Nariño, el presidente elegido por los colombianos sostuvo que “nuestra bandera será la lucha contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo”, enfermedades que, como el cáncer, corroen los poderes públicos y los cimientos de la fábrica social y empresarial colombiana.
En la entrevista publicada por el diario Portafolio el pasado lunes, el futuro jefe de Estado manifestó que “el primer gran desafío es recuperar una tasa de crecimiento superior al 4 por ciento anual”, con una agenda económica que incluya incentivos a la inversión nacional y extranjera, simplificación de trámites y del régimen tributario, con menores impuestos empresariales y de renta por 10 años para el campo, sujetos a la transformación agropecuaria y la generación de empleo.
En su discurso del 17 de junio, Duque reveló que fomentará “una gran reforma rural para llevar los bienes públicos, la vivienda, la salud, a esa población que se ha sentido excluida por años”.
Y añadió: “Lo que vamos a hacer es promover la fraternidad entre trabajadores y empleadores y generar armonía entre la agroindustria y el pequeño productor para que el campo colombiano llegue al resto del mundo y contribuya a mover la economía”.
“Lo que quiero –añadió Duque–es seguridad en los campos de Colombia, derrotar la pobreza extrema, construir un país de oportunidades y una clase media rural con mejores condiciones de vida”.
Si bien la esperanza y el miedo a lo desconocido parecen ser inseparables, como decía el escritor francés George Bernanos, “la esperanza es un riesgo que vale la pena correr”.
¡Hagamos lo mismo, soñemos despiertos y apostémosle a la nueva era de la esperanza nacional!