Millones de personas pasamos de luto la semana anterior. Cuando las cosas no suceden como las esperamos, la primera pregunta que surge ante el duelo es averiguar el por qué; en su búsqueda podemos perder tiempo inútilmente. Por eso debemos movernos rápido a encontrar respuestas de los para qué.
El empate que se dio en el plebiscito del 2 de octubre se convierte en una gran ocasión para que los colombianos demostremos grandeza con esta nación. La oportunidad de concretar una paz estable y duradera en la que todos tengamos cabida. No se puede claudicar en ese empeño, mucho menos con esa diferencia en la votación, con la cual nadie puede decir seriamente que ha ganado o perdido; como tampoco, nadie puede salirse del cuadro sin lesionar al país y terminar lesionado.
El resultado sirve para despertar a una sociedad pasiva y conformista. Con posterioridad al plebiscito se expresa más de un actor que había estado expectante: la sociedad toda, hastiada de la guerra, de la violencia y la mentira. Los jóvenes dan ejemplo, alzaron su voz y, sin distingos, manifiestan su apoyo a la paz y a que se llegue a un acuerdo cuanto antes. Quienes pudieron, pero no participaron en la jornada electoral, recapacitan sobre su errada indiferencia y empiezan a revelar su posición a favor de la reconciliación. Diversas expresiones sociales marchan con el propósito de sentar una vigilia permanente hasta que el acuerdo sea un hecho.
Esas manifestaciones de la sociedad, si se establecen bien, tienen la clave para concretar el acuerdo. Cada vez más los jóvenes y las organizaciones sociales se deberán congregar y coincidir con el mismo propósito, sin violencia, convencidos de que nuestro destino en Colombia no puede ser la guerra.
Además, nos encontramos ante una inmensa ocasión para que los dirigentes de este país abandonen las mezquindades y actúen con grandeza. No se trata de quién es el más habilidoso (ya confesaron quiénes lo fueron). Tampoco se trata de quién se posiciona mejor para las próximas elecciones presidenciales; la paz no es un estandarte político, y está claro que es un bien común que nos pertenece a todos. Todas esas jugarretas políticas se encuentran fuera de lugar. Así lo entiende la sociedad, que ya está vigilante.
Paralelo a ello, el presidente Santos no ha perdido su mandato constitucional para trabajar por la paz del país, tampoco el que le conferimos al reelegirlo para un segundo periodo, con el compromiso de alcanzar acuerdos con quienes en el 2014 se hallaban todavía alzados en armas por más de 50 años. El merecido Premio Nobel de la Paz lo revitaliza políticamente, y es una clara manifestación de la comunidad internacional que reconoce el dolor de las víctimas y el empeño de la sociedad colombiana por vivir pacíficamente. Este nobel es un reconocimiento al pueblo de Colombia a través de su Presidente, quien ha interpretado el sentimiento del grueso de la Nación por ese anhelo. El poder presidencial mantiene intactas las herramientas jurídicas y políticas para avanzar, como también el Congreso y la Corte Constitucional en sus competencias.
Puede que les moleste a algunos, pero el presidente Santos pasa a la historia de Colombia, y del mundo, como quien ha liderado el mayor esfuerzo para lograr la reconciliación de este país. Los dirigentes de la oposición al acuerdo firmado en Cartagena tienen la ocasión para evidenciar su voluntad real de acuerdo, alejados del intento por avasallar a sus contradictores; no pueden presentarse ante la historia como quienes hacen todos los esfuerzos para que este anhelo de paz se frustre. Su credibilidad está muy rebajada después de las confesiones de su Gerente de campaña; tienen el momento para reivindicarse y actuar con transparencia. La sociedad vigila.
Lograr la reconciliación necesita de verdadero desprendimiento y despojarse de cualquier interés particular. Viene a mi memoria la frase que me refirió un querido historiador, escrita por Gilbert Chesterton, el poeta inglés del siglo XIX: “a Roma no la quisieron porque fue grande, al contrario, fue grande porque la quisieron”.
Así que es el momento para demostrar el amor por Colombia para hacerla grande.
Augusto Galán Sarmiento.
Exministro de Salud.
análisis
Momento para la grandeza
El empate que se dio en el plebiscito se convierte en una gran ocasión para que los colombianos demostremos grandeza con esta nación.
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Augusto Galán Sarmiento
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