La aceptación generalizada que ha tenido la nominación de Jerome Powell a la presidencia de la FED es quizá la única decisión de Trump que no ha generado controversia. Al nominarlo,Trump destacó que “para cada cargo que ocupó en la Reserva Federal, Powell fue aprobado en tiempo récord en los dos partidos”, y agregó que “es fuerte, dedicado e inteligente (…) constructor de consensos”.
A pesar de tratarse de un abogado, su pertenencia al Consejo de Gobernadores de la FED desde el 2012, su cercanía con Bernanke y su apoyo a las medidas adoptadas por Janeth Yellen, permiten suponer que no habrá cambios traumáticos.
Al designarlo, Trump ha roto una tradición de 40 años cuando los nuevos presidentes mantuvieron en la FED al presidente que heredaron del anterior gobierno. Al retirar a Yellen, Trump trata de borrar toda herencia demócrata, pero al escoger a alguien neutral, dejó insatisfechos a republicanos radicales. En su discurso de aceptación, Powell declaró: “me comprometo a tomar decisiones con objetividad (…) en la larga tradición de independencia de la política monetaria”.
La economía estadounidense muestra reducción del desempleo del 10 al 4,5 por ciento bajo la administración de Obama, el crecimiento de 1,5 por ciento del PIB, con inflación inferior al 2 por ciento, en una situación que nadie querrá alterar bruscamente. Por ello es notable que Powell haya dicho: “haré todo lo que esté en nuestro poder para alcanzar los objetivos de estabilidad de precios y pleno empleo”.
El nuevo presidente de la FED ha expresado su apoyo al alza gradual y moderada de los tipos de interés, cosa que apoya Trump, pues el encarecimiento del crédito afectaría la actividad económica y con ello a los negocios financieros; además, la inflación no esta aumentando. Justamente, Trump ha repetido múltiples veces que la Ley Dodd-Frank, impulsada por Obama, que reforzó los controles después de la crisis hipotecaria del 2008, ha encarecido el negocio bancario y altos intereses afectarían su estrategia de mejorar la situación de los banqueros. Como Powell ha trabajado en banca de inversión, es reconocido y respetado en Wall Street y, de hecho, conoce bien el Fomc ( entidad a cargo del mercado abierto, por sus siglas en inglés), no se espera que impulse medidas de desregulación, pero en el Congreso, con mayoría republicana, se viene fomentando la idea de derogar la reforma de Obama, la cual Trump ha paralizado en varios aspectos a través de órdenes ejecutivas.
Powell está a favor de una normalización de la política monetaria y confía en que la inflación aumente hasta el 2 por ciento propuesto, y ha afirmado que espera “una fuerte creación de empleo y un endurecimiento de los mercados laborales que presionarían los salarios o provocaría que las empresas inviertan más”.
La designación de Powell pone de relieve la estrecha relación del Wall Street y la FED. La Reserva Federal ha comenzado a desprenderse de los 4,5 billones de dólares que acumuló su política de expansión monetaria, y los mercados esperan que ello se haga sin alterar el crecimiento, la estabilidad de precios, ni generar desempleo.
Jerome Powell logró, en tiempo récord, la ratificación cuando ingresó a la FED y cuenta con el respeto de republicanos y demócratas, por lo cual su confirmación no presentará problemas. Las dificultades van a aparecer cuando se trate de decidir sobre las propuestas de reforma a la institución o a sus políticas.
Por ejemplo, Powell ha reiterado en su discurso de aceptación que defenderá la independencia de la FED frente a quienes proponen que quede sometida a supervisión del Congreso, para evitar que adopte políticas de expansión crediticia a favor del Ejecutivo, como lo logró Obama con la venta de títulos del Tesoro a la FED (quantitatve easing), la cual fue desmontada gradualmente, pero que, sin duda, fue clave para la recuperación de la economía y colateralmente en la reelección de Obama. Limitarle a la Reserva Federal esa libertad de acción podría ser una cuenta de cobro diferida a Obama, pero sería una camisa de fuerza que impediría al Banco Central responder con prontitud y eficacia en futuras crisis.
Otra iniciativa en curso es la de obligar a la FED a ceñirse, en el manejo de la tasa de interés, a una regla fija (conocida como Regla Taylor, por su impulsor, quien justamente alternó con Powell en esta selección), mediante la cual dicha tasas deben fijarse estrictamente dependiendo de los precios y la productividad. Aceptar esa estrategia convertiría a la Reserva en un notario de los hechos, pero le amputaría su posibilidad de actuar en épocas de crisis.
El nuevo presidente es opuesto al uso de reglas mecánicas en política monetaria y cree que estas decisiones deben ser incluyentes y basarsen en una amplia gama de variables económicas; y mientras ha sido explícito en temas como innovación financiera, mercados emergentes y vivienda, ha sido renuente a explicitar su posición sobre el manejo de las tasa de interés.
Powell asumirá en febrero del 2018 y Yellen puede retirarse o continuar en la FED. Si se queda, serviría a la estabilidad, pero si se retira, Trump podría cubrir cuatro cargos vacantes y modificaría sustancialmente la orientación eficiente que ha tenido dicha entidad.