Cuando se elimina o reduce un problema, inevitablemente se visibiliza el siguiente. Esto le ha pasado al mundo entero al reducir la pobreza, dejando como siguiente situación la concentración de la riqueza, el ingreso y la inequidad.
Pikety fue muy hábil en demostrar que mientras se bajaban los índices de pobreza en el mundo se causaba concentración de capital, debido a las posiciones monopólicas de muchas empresas que en un corto plazo eran capaces de acumular riquezas como nunca se había visto en la historia de la humanidad.
Mas esto no tiene nada de nuevo ya que la concentración de capital, los monopolios y las herencias son las asimetrías del capitalismo, que muchos han visto como el nuevo foco de la política pública, pese a que lo han sido por años; gracias a estos defectos del modelo, es que el sistema tributario funciona como un mecanismo de redistribución y todo lo que hoy se propone alrededor de esto no tiene nada de nuevo.
En los países desarrollados es común ver grandes donaciones de millonarios a diversas causas, y legislaciones muy claras contra la presencia de monopolios privados (no públicos) pese a que la misma naturaleza del mercado tiende a causar la reducción de oferentes, no por el esquema de competencia, sino por las preferencias de los consumidores y los beneficios de las economías a escala. Hoy, el problema en el mundo es la inequidad, y en Colombia esta tiene un tono particular: la informalidad.
La informalidad es la condición en la que un mercado –sea laboral, productivo o comercial– se desarrolla al margen de la ley, siendo alegal, sin ser necesariamente ilegal; por esto, no cumple con sus deberes tributarios, administrativos, laborales, sociales y ambientales; dejando al Gobierno con un bajo margen de maniobra para normatizarlo y controlarlo, ya que dentro de esta informalidad se presentan diversas formas de generación de ingreso para familias y empresas que crecen sin ser vigiladas y reguladas, causando grandes problemas al mercado por la asimetría que genera tener, por ejemplo, un vendedor ambulante frente a un local comercial.
Para reducir la pobreza es necesario reducir la informalidad, y para generar más riqueza se requiere desincentivar la informalidad. Es así de simple.
El mundo entero ha entrado a este nuevo debate, debido al éxito en la reducción de la pobreza –como ocurrió en Colombia– como consecuencia de muchas políticas públicas y en particular de la reducción de las tasas de natalidad, la igualdad de género y la transformación productiva, recordándonos lo que nos decía Adam Smith, de que es muy importante estudiar y comprender el origen de la riqueza de las naciones para lograr potenciarlo y así reducir sus efectos negativos, como la pobreza, la inequidad y la concentración del capital.
Colombia comenzó hace unos años un proceso de transformación muy importante que ha logrado aumentar la formalidad laboral y ligeramente la empresarial, gracias a normas que estimulan la contratación de empleados, cambiando el rumbo de la historia económica del país. Seguramente, tendremos una tasa de informalidad natural más alta que la del resto del mundo debido a nuestras costumbres y normas, pero debemos focalizarnos en dejar de ser un país informalmente funcional y llegar a ser un ser una nación formalmente productiva.