La prioridad que se le está dando a la educación de los colombianos del futuro es bienvenida. Es un proyecto que requiere el concurso de todos, en la medida de sus posibilidades. Daré algunos ejemplos.
Un estudiante a quien llamaré Pedro, nació en un pueblo localizado a cinco horas de Popayán, en una zona con predominante presencia Nasa y, desafortunadamente, de las Farc. Su madre fue su mentora, pues conoció a su padre a los 20 años, antes de su muerte. Estudió en un colegio oficial y con admirable tenacidad y el constante apoyo de su mamá, logró ingresar a una universidad bogotana, de muy alto nivel, a estudiar Ciencias Biológicas. Con muchos sacrificios, con la venta de café orgánico, cultivado por sus tíos, y un préstamo del Icetex, ha cumplido con más de la mitad de sus compromisos académicos.
Los atentados de las Farc han sido numerosos en su zona. En uno de ellos, en el 2005, su madre perdió su pequeño negocio que le permitía sobrevivir. Adicionalmente, otro atentado en el 2013, ocasionó la suspensión de los envíos de café. La familia unió recursos para compensar esa gran pérdida y Pedro ha podido continuar sus estudios, con grandes sacrificios, en una lucha continua contra las dificultades familiares, económicas, agudizadas por acciones insensatas de las Farc contra comunidades desfavorecidas. Un ejemplo más de la necesidad de lograr acuerdos en La Habana para proceder, en el mal llamado posconflicto, a la recuperación del país.
Otro serio problema que afecta sustancialmente a los estudiantes y, más a los de escasos recursos, que se desplazan de su terruño, es adecuarse al nuevo entorno. No se trata solamente de la adaptación académica, obviamente esencial, para ayudarles a adelantar programas de nivelación, programar sus cargas estudiantiles y, en ocasiones, cambiar de disciplina de estudios, sino de habituarse emocional a un medio diferente, a veces hostil, sobre la cual describiré dos ejemplos.
El primero es la falta de comprensión de algunas instituciones de los problemas de los estudiantes. La universidad le pidió a Pedro repetir la firma de su madre, por estar repisada, en una solicitud al Icetex. Para fortuna de Pedro, una profesora conoció el problema y asumió la responsabilidad, evitando así que Pedro tuviera que viajar 40 horas, perdiera tres días de trabajo e invirtiera un dinero que no tenía. Como complemento, en una de las visitas periódicas de Pedro a la profesora, a la pregunta de qué requería, simplemente contesto: un abrazo de solidaridad. Con el afectuoso abrazo, Pedro se alejó de la oficina con una gran sonrisa.
El éxito de los programas de apoyo a estudiantes calificados, requiere el compromiso efectivo de las universidades en consejería y apoyo financiero. Adicionalmente, si las Farc y otros grupos armados suspendieran los insensatos atentados terroristas, contribuirían también a la disminución de la inequidad, al permitir la formación de colombianos calificados. Sería una importante y paradójica alianza entre la insurgencia y la academia.
Carlos Angulo Galvis
Exrector de la Universidad de los Andes
cangulo@uniandes.edu.co