Ustedes se imaginan que llegan otras personas a su casa a remodelarla y no le preguntan nada ni a su esposa ni a usted. ¿Cómo se sentirían? Ahora piensen cómo nos sentimos cuando en el debate nacional se habla de la situación de la Drummond o del parque Tayrona y nadie consulta a los que están más cerca, los samarios.
Nuestro Distrito Turístico, Cultural e Histórico es muy afortunado por sus riquezas naturales: el Parque Tayrona, santuario de naturaleza, y la Sierra Nevada, reserva de la biosfera en donde viven koguis, arhuacos, arzarios y kankuamos, descendientes de la nación tayrona, sobrevivientes como pocos en América Latina. Es una zona que, además, cuenta con las mayores alturas de Colombia y los nevados más altos del mundo al pie del mar: los picos Colón y Simón Bolívar. Por esto, y, por mucho, más estamos convencidos de que hay que proteger esos ecosistemas.
En el debate sobre el futuro de estas reservas, ¿dónde quedan, dónde están las ideas y las propuestas de los samarios? Necesitamos formar parte de esa discusión, porque las soluciones nos afectan directamente.
Por ejemplo, pensamos que es necesario ofrecer alternativas a los campesinos que viven allí. A ellos hay que comprarles sus mejoras, y a los pescadores y otras comunidades proponerles y financiarles nuevas alternativas de desarrollo.
De otro lado, cabe preguntarse: ¿hacia dónde vamos a desarrollarnos como urbe en los próximos 50 años, cuando, de hecho, el Parque Tayrona rodea a Santa Marta y limita su crecimiento? ¿Quién compensará a la ciudad y pagará los costos de oportunidad?
En la otra orilla, los puertos carboníferos nos siguen dejando un legado oscuro. La Sociedad Portuaria de Santa Marta hace embarque directo, realizando una esmerada labor, pero, a la vez, tiene montañas apiladas de carbón en una zona de playa. El centro de acopio de Prodeco-Glencore está frente al aeropuerto, que recibe a los turistas a su llegada a la ciudad.
Por su parte, todo el país ha visto cómo Drummond usa barcazas para cargar los buques, con las consecuencias que conocemos.
Respecto al futuro de estas concesiones, y las de los parques, el Distrito tiene muy poco papel que jugar. Ni siquiera vemos los beneficios: la gran mayoría de estos se reparte entre los ministerios de Medio Ambiente, parques y concesiones turísticas; de Transporte, concesiones viales y portuarias; y Minas, puertos carboníferos.
Por lo tanto, nos preguntamos ¿dónde y qué le queda la ciudad? No estamos hablando de regalías. No es ese el debate que planteamos. Hablamos de que es nuestra obligación y derecho ser parte del diálogo. Queremos articulación con el Estado en instancias regionales y nacionales.
Solo hasta ahora, por la Ley de Distritos, se ha establecido el Comité de Zonas Costeras y nuevas competencias turísticas y culturales, en el que participan diferentes entidades gubernamentales. Pero es necesario ponerlos a funcionar e ir más allá. Necesitamos tener espacios para tomar decisiones conjuntas. De lo contrario, vamos a ver cómo, desde Bogotá, pasan por encima de la ciudad, sin importar qué es lo que pensamos sobre nuestro hogar: la ciudad que, en poco tiempo, cumplirá 500 años, el Distrito de Santa Marta.
Carlos Eduardo Caicedo / Alcalde del Distrito Turístico, Cultural e Histórico de Santa Marta