Si los electores que lo hicimos vencedor contundente en la consulta y en la primera vuelta presidencial nos manifestamos con el mismo rigor y con una disciplina feliz pero invulnerable este domingo, Iván Duque será el presidente de Colombia.
Habrá flanqueado entonces, con su juventud, su inteligencia y su preparación, con su carisma y su afecto por la gente, la maraña de insidias que se ha levantado para detener al candidato del Centro Democrático.
Voy a votar por Duque. Porque los conozco a él y a su familia. Porque creo que su gobierno será una sorpresa tan positiva como ha resultado su presencia en estas elecciones. Duque, hasta hace unos meses senador insignia de un bloque monolítico de congresistas, ha demostrado sus capacidades y condiciones en estos meses recientes de fragor inclemente.
Todo eso se sabe. La suerte está echada. Lo único que queda es afianzar esta alternativa con una votación colosal. Los votos de Duque en la consulta, que casi se duplican en la primera vuelta, deben triplicarse para la segunda. Es un gran reto. Un sueño, tal vez…
Una exigencia para un universo electoral de 36’227.267 personas. Que la tercera parte vote por Duque. Que se movilicen contra la apatía, la abstención y el miedo. Sobre todo el miedo.
El miedo tiene paralizado a una buena parte del país. Las acciones -inversiones, transacciones comerciales, compras, contratos, etc., están frenadas. Y no es, como dicen, “por la incertidumbre generada por el ambiente político”. No. Es por el pánico que ha causado la posibilidad que gane su contrincante, si los votantes de Duque no nos ponemos las baterías.
Se le llama “el efecto Petro”. Tiene manifestaciones como la “cláusula Petro”. Gente que pacta negocios con una condición de pavor: que si gana Petro, lo estipulado se deshace. Por eso hay que salir a votar.
Una ventaja exigua con el oponente crearía un dilema de gobernabilidad. Así que es mejor ganar por mucho, que la retahíla de fraude ya la tiene preparada el mitómano. Por eso hay que salir a votar por Duque. Masiva. Contundentemente. El riesgo de perder el país es muy pero muy alto. Hay que salir a votar por Duque.
Aunque estemos pensando en otras cosas. El fútbol, las vacaciones, la prima… Aunque tengamos un gobierno especialista en birlar procesos públicos y escamotear los resultados que no le convienen. Recuerden el plebiscito, donde ganó el NO.
La segunda vuelta presidencial en la que ñoños y musas enmermelados le fumigaron la victoria a Óscar Iván Zuluaga…
No se puede confiar en nada distinto de la votación contundente a favor de Duque. Lo dicho: que supere la suma de lo logrado en la consulta y la primera vuelta. Me dirán que eso es muy difícil. Que eso no pasa en la segunda vuelta. Y mucho menos compitiendo contra el juego bonito de Alemania y de Brasil.
Que no pasa por el éxodo de 20.000 viajeros que han salido volando de Bogotá. La votación masiva por Duque, el triunfo categórico, son la única alternativa. De lo contrario… Petro.