Como diría el adagio popular, ‘más claro no canta un gallo’ señor Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Lo que acaba de suceder en Mocoa, una terrible tragedia, le ratifica con pérdida de vidas, empobrecimiento de los más necesitados y retos inmensos, que no se resuelven con limosnas, que no se puede desmantelar el Ministerio, como se deriva de sus propuestas de reforma del Sistema Nacional Ambiental (Sina). Ya no son las voces de los exministros de esa cartera, ni de los incomprendidos ambientalistas, son muertos y desaparecidos que pueden llegar a 500, muchos de ellos menores de edad que no pudieron defenderse; además de pérdidas de todo lo poco adquirido con esfuerzo. Los colombianos tenemos el alma encogida de solo pensar en el sufrimiento de estos compatriotas.
Luz Marina Mantilla, directora del Instituto de Investigaciones Científicas de la Amazonia, uno de los entes del Sina, es quien hasta ahora mejor ha explicado esta tragedia evitable: “la Amazonia no es para tener vacas y estar sobrepoblada”. ¿Y ese no es precisamente lo que los grandes impulsores de la agroindustria buscan? Después de lograr la mejor norma ambiental de América Latina, la Ley 99; de construir un ministerio sin politiquería y lleno de expertos jóvenes de talla internacional, poco a poco empezó el proceso de darle gusto al sector que mira el ambiente como el freno al desarrollo. Entre ellos, hay candidatos presidenciales para la contienda del 2018.
Con conocimiento de causa, se puede afirmar que la defensa de este tema y del Sina se ha dado dentro del mismo gobierno, como en ocasiones ha sucedido frente a ministerios como el de Transporte, Minas y Turismo. Para no hablar del sector privado, que sigue pensando que el cambio climático es un pretexto para frenar el crecimiento del país. Con estos argumentos, poco tiempo después de haber montado el Sina, empezó una guerra soterrada para desmantelarlo, a la que le han hecho juego algunos ministros y gobiernos, como el del expresidente Uribe.
La pelea más grande que ganaron los empresarios fue la de quitarle el principal instrumento a Minambiente: las licencias ambientales. El Anla dejó felices a quienes no les importan las consecuencias de ir arrasando al país en aras del crecimiento económico. Una de las mayores conquistas fue, por ejemplo, lograr que el proyecto de recuperación de la navegabilidad del río Magdalena se liberara de la obligación de tener esta licencia. Es el triunfo del desarrollismo sobre el desarrollo sostenible.
El presidente Santos volvió a crear el Ministerio independiente de temas de corto plazo como vivienda. Ahora, su Ministro del ramo anda presentando una reforma que refuerza la independencia del Anla, crea una unidad de planificación ambiental por fuera del ministerio, la cual quita autonomía y concentra las decisiones en Bogotá de las corporaciones regionales y, en general, les sigue dando gusto a quienes lo ven como estorbo al desarrollo. Como se mencionó en el foro ambiental, hay numerosos errores jurídicos al asumir Minambiente funciones que corresponden a los entes de control del país para tener mayor intervención sobre las corporaciones regionales –como lo afirma Manuel Rodríguez en su columna en El Tiempo-. Además, se le atraviesa al Departamento Nacional de Planeación con la creación de una unidad independiente de Planeación Ambiental.
Antes de ser acusados de no querer cambios, es el momento de traer a colación unas sabias palabras de Julio Carrizosa en dicho foro, delante del ministro Trujillo: “¿no será que parte de los problemas innegables del Sina no son del sistema mismo, sino de lo que sucede en el país?”. Esta es una de las grandes debilidades de las reformas en discusión; cuando se quieren hacer cambios tan grandes, se debe partir de un serio diagnóstico que los justifique. Eso precisamente no lo tiene, o no lo presentan los defensores del supuestamente nuevo Sina.
Hoy, ante la tragedia de Mocoa, que según los expertos puede repetirse en muchos lugares del país, es fundamental revisar lo que está proponiendo el Ministro del ramo. Una buena síntesis de esta reforma es que, con la apariencia de fortalecer la política ambiental, como se trató no solo en el Plan de Desarrollo 2014-2018, sino con la Misión de Crecimiento Verde, lo que realmente se está proponiendo es debilitar aún más el instrumento que le debe poner orden al desconocimiento del tema. Lo anterior, en aras de complacer a sectores que solo quieren crecer hoy, olvidándose de las poblaciones vulnerables, de la falta de planificación urbana en los municipios y, sobre todo, haciendo caso omiso de su responsabilidad con las generaciones futuras. O es que a los mineros de hoy, a los ganaderos, a los dueños de grandes fincas, que desvían cauces de los ríos y quebradas para su beneficio, ¿no les preocupa el futuro de su nietos y bisnietos?.
¿Se puede seguir desmantelando Minambiente?
Lo que acaba de suceder en Mocoa le ratifica al señor Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible que no se puede desmantelar el ministerio.
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