Algunos rezaron, otros aprovecharon los días santos para descansar, y uno que otro realizó actos de campaña. Pero aparte de la actividad realizada, es de esperar que los candidatos que aspiran a llegar a la Presidencia de la República hayan cargado baterías con miras a la recta final de una contienda que apunta a ser intensa. Las encuestas muestran que Iván Duque y Gustavo Petro lideran las preferencias, pero el adagio de que ‘en política todo puede pasar’ vuelve a ser recordado, a ocho semanas de la cita con las urnas.
Por tal razón, es previsible un ritmo todavía mayor de apariciones públicas de los diferentes integrantes del abanico. Debates, documentos y pronunciamientos a través de las redes sociales serán pan de cada jornada en el inmediato futuro. En contra de la creencia popular, el voto de opinión es el que acabará definiendo un triunfador, por lo cual el peso de los argumentos supera la mecánica de las maquinarias.
Es de esperar que aquellos que desean ceñirse la banda tricolor el próximo 7 de agosto hayan tenido la oportunidad de afinar su preparación durante la temporada de descanso, sobre todo en _lo que concierne a la economía. Si bien los analistas consideran que la probabilidad de dar un bandazo es baja, subsisten las dudas en torno a algunas propuestas presentadas.
Los interrogantes son grandes en lo que tiene que ver con el manejo de las cuentas públicas. La línea preponderante afirma que las presiones actuales en materia fiscal no requieren de mayores sacrificios para ser resueltas y que basta con aplicarle correctivos al gasto con el fin de cuadrar las cifras estatales o, al menos, hacerlas manejables.
Dicho de manera más coloquial, la gente comparte el planteamiento de que si se acaban la mermelada y el despilfarro, habrá dinero suficiente. Incluso, abundan las ideas de recortar los impuestos, con la teoría de que menores tarifas llevarán a mayores recaudos, una iniciativa tan audaz que es imposible preguntarse por qué a nadie se le había ocurrido en los últimos años. La reforma tributaria de Trump contribuye a reforzar ese planteamiento.
Sin embargo, un par de documentos de factura reciente y uno a punto de circular, así lleve meses de haber sido escrito, dan luces para analizar el tema. De un lado, se encuentran los trabajos de la Ocde y la Cepal, que tienen que ver con los ingresos fiscales. Del otro, está el texto completo de la Comisión del Gasto, que ha pasado sin pena ni gloria, quizás porque dice verdades que nadie quiere oír.
Más allá de entrar en honduras técnicas, el mensaje de fondo es que Colombia está por debajo del promedio latinoamericano en lo que hace a recaudos de impuestos, para no hablar de los países más desarrollados. Como si eso fuera poco, la distribución de los recursos que recibe la Tesorería muestra una alta dependencia de tributos indirectos como el IVA y de lo que pagan las empresas por renta. En contraste, las personas naturales aportan muy poco, con lo cual es difícil luchar contra la desigualdad.
Por el lado del gasto, lo que existe es una gran inflexibilidad, pues el margen de maniobra es mínimo. La mayor parte del presupuesto que no se va para el servicio de la deuda es recibido por las regiones. El resto, se destina a personal y a inversión pública, con programas muy difíciles de desmontar, aparte del pago de las vigencias futuras, cuyo monto aumenta año a año.
En resumen, el Presidente que viene descubrirá que una cosa son las promesas y otra las realidades. Si la tradición se impone, acabará aconductándose, a menos que opte por las salidas populistas que dispararían el costo de endeudarse y generarían otros dolores de cabeza. Falta ver, si en Semana Santa los candidatos entendieron que el verdadero viacrucis es el que les tocará administrar si ganan las elecciones.