El diccionario define la palabra inglesa cluster como racimo, conjunto, grupo o cúmulo. Ampliamente usado en informática o ciencia, el término es conocido por los economistas que se preocupan por la competitividad y piensan en el desarrollo productivo. Y es que así como una golondrina no hace verano, los estudiosos del tema saben que cualquier país exitoso encuentra nichos a cuyo amparo se crean negocios que, por cuenta de tirar para el mismo lado, adquieren ventajas comparativas y se vuelven más fuertes con el tiempo.
A la luz de esa realidad, vale la pena destacar la reunión conocida como el Congreso Mundial de Clusters, que se realizó la semana pasada en Bogotá, gracias al auspicio de la Cámara de Comercio del Distrito Capital. El evento, cuyo tema principal fue la colaboración entre países y regiones, tuvo la participación de cerca de 400 asistentes de unas 40 naciones, quienes aparte de hacer contactos pudieron escuchar exposiciones de académicos de primera línea.
Aunque no tuvo un gran cubrimiento, lo dicho durante la cita no debería caer en saco roto. El motivo es que en vísperas de las elecciones presidenciales del próximo año, hay que retomar la conversación sobre la necesidad de que en Colombia se implementen políticas industriales modernas, también llamadas de desarrollo productivo por entidades como el BID.
La discusión abierta es crítica, en la medida en que el país lleva dos décadas con una productividad estancada. A falta de nuevas bonanzas de precios, si no hay progreso en este campo, va a ser difícil tener los niveles de crecimiento de los últimos quince años.
Y es que tanto la reciente literatura al respecto como la evidencia empírica, sugieren que no es suficiente trabajar en agendas horizontales para mejorar. Es decir, no basta con políticas o acciones para todos los sectores, como pueden ser la ejecución de la agenda de infraestructura o avances en cómo opera la justicia.
Lograr mayores niveles de sofisticación y diversificación del aparato productivo requiere, además, poder abordar fallas de mercado y gobierno que son particulares a renglones específicos. Romper cuellos de botella individuales significa tanto o más que hacer un puente o avanzar en la modernización de las aduanas.
Vale la pena mencionar que el país ha recorrido un trecho. En el marco del Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación, se construyó el Conpes 3866 de 2016 de Política de Desarrollo Productivo.
Puesto de otra manera, la conversación ya no debe ser si se debe o no, implementar políticas industriales modernas, dado que algo se ha hecho en la materia. El meollo del asunto consiste en debatir cómo lo estamos haciendo. Más allá de las decisiones adoptadas, todo apunta a que se necesitan instrumentos y recursos adicionales, además de exámenes profundos. Estos servirían para definir si, por ejemplo, hay que tener instancias supraministeriales encargadas de resolver problemas y coordinar con las entidades del orden regional o municipal para que cada cual cumpla con su papel.
En contra de lo que pudiera creerse, el encuentro de la semana pasada mostró que en todas partes se cuecen habas y que aquí hay ejemplos alentadores. Uno de ellos es el de Bogotá y Cundinamarca, que ponen en marcha una agenda materializada en una estrategia de especialización que comprende cinco áreas. Estas, a su vez, se han priorizado para focalizar esfuerzos y recursos, para apoyar 16 segmentos productivos concretos.
Casos como el citado, demuestran que hay formas de hacer las cosas. Falta que quienes aspiran a ocupar la Casa de Nariño entiendan que existen salidas como los clústeres. Los mismos que pueden ser la llave que abra la puerta de un mejor mañana.