Que el 2017 fue el año en el cual los colombianos vieron la realidad nacional con un lente particularmente oscuro, es algo que diferentes encuestas vienen señalando constantemente. Así lo volvió a ratificar la más reciente edición del Gallup Poll que se dio a conocer ayer y que muestra un nivel de negativismo, a todas, luces inquietante. El motivo es que dicha apreciación golpeó el consumo y pudo influir sobre la propia marcha del sector productivo.
De acuerdo con el sondeo, siete de cada diez personas entrevistadas en las cinco ciudades más grandes del país consideran que las cosas van por mal camino. Cifras de ese calibre solo son comparables con las observadas en parte del gobierno de Ernesto Samper o durante la administración Pastrana, cuando se combinó una profunda crisis económica con un notable deterioro en los niveles de violencia.
Tal como ha sido la norma desde hace algún tiempo, cuatro problemas principales reciben las peores calificaciones: corrupción, economía (que incluye costo de vida y desempleo), seguridad y calidad y cubrimiento de la salud. En otros campos las voces son críticas, pero no tanto. Incluso en el caso de la guerrilla son más las personas que consideran que su manejo anda por la senda correcta.
Aun así, se cuentan con los dedos de una mano aquellos temas en los cuales la percepción positiva supera por un buen margen a la negativa. Ello ocurre tan solo con la calidad de las carreteras y la reintegración de los desmovilizados. Lo anterior muestra que la ciudadanía cree que el balance tiene saldo en rojo.
Como consecuencia, no debería ser una sorpresa que la peor imagen entre los gobernantes de turno sea la de Juan Manuel Santos. Así en ocasiones se reconozcan avances, estos no le ayudan en absoluto a la calificación del mandatario, cuya opinión desfavorable es 73 por ciento. La probabilidad de que con menos de ocho meses en el cargo el actual inquilino de la Casa de Nariño consiga dejar atrás tan malos números, es baja, por no decir inexistente.
Otras apreciaciones llaman la atención. Por ejemplo, Bogotá es epicentro del pesimismo nacional, pero este disminuyó en ocho puntos porcentuales frente al registro de octubre. A pesar de ello, dos de cada tres habitantes de la capital consideran que las cosas están empeorando en la ciudad.
De otro lado, los observadores políticos no pasarán por alto las reacciones que despiertan los nombres de los principales candidatos a la Presidencia de la República. Aunque para la mayoría los guarismos son muy similares a los del pasado reciente, salta a la vista que en lo que atañe a Gustavo Petro su imagen negativa se redujo en seis puntos porcentuales y la positiva subió nueve. Esa variación es significativa, pues hace que el techo teórico de votos que antes tenía el exalcalde ahora sea mucho más elevado.
Tampoco debería pasar desapercibido que, a pesar de la desaceleración, una proporción amplia de los encuestados observa con buenos ojos su situación. Frente a la pregunta de si “está satisfecho con su estándar de vida, es decir con todas las cosas que puede comprar y hacer”, 59 por ciento responde afirmativamente, la cifra más alta del último año y medio.
Lo anterior sugiere que si bien la opinión en torno a la situación nacional es muy mala, en lo que tiene que ver con el ámbito personal y familiar las personas muestran otro talante. Los expertos en estos asuntos dirán que aquí hay un potencial para crear un círculo virtuoso, si el resultado de las jornadas electorales del 2018 logran devolverle a los colombianos la creencia de que el futuro puede ser mejor. Es de esperar que quienes aspiran a ocupar la jefatura del Estado entiendan la importancia de mostrar que hay maneras de salir adelante y no se encarguen de decir que las esperanzas de un avance no tienen fundamento.