Mi hijo Emilio le cuesta entender que yo esté a favor del proceso de paz, pero políticamente en contra de las Farc. Lo que él piense es muy importante para mi. Espero que me vaya bien detallando mi convicción sobre por qué si llegaran al poder, la economía de Colombia dejaría de ser viable:
Las Farc son ahora un partido político. Si convencieran y obtuvieran los votos, deberían gobernar. En mi entendimiento, ese es el fundamento de la democracia. Sería irónico que quienes creemos en la democracia los hayamos traído a la vida civil, solo en apariencia, solo de forma, sin que en la práctica tengan posibilidad de ganar.
Hay quienes creen que en esa carrera de ideas y votos, las Farc usarán el dinero que capturaron del narcotráfico y que, por eso, no deberíamos dejarlos concursar en las elecciones. No estoy de acuerdo. Es un argumento que, de una parte, supone que los exguerrilleros no cumplirán con sus compromisos y que, si no lo hacen, la Fiscalía y la justicia no logrará neutralizarlos en ello. Otros se ofenden con que las Farc ahora hagan campaña usando como argumento mostrar lo peor de las actuales condiciones políticas.
Supongo que es cierto que lo hacen. Pero, en mi caso, espero que no solo las Farc, sino muchos otros candidatos lo hagan.
Por las anteriores razones, yo espero que participen en la contienda política y que el establecimiento no haga nada por impedirlo. Lo que sucedió con la UP nos mostró que esa no es una buena idea. Pero mi pensamiento de lo que es bueno para Colombia me distancia de ellos y, por eso, creo que es crítico que les ganemos en las urnas. Creo en las inmensas bondades de nuestro modelo de organización económica y social, y estoy convencido de las terribles deficiencias del que ellos pregonan:
1. Ellos no creen en la democracia representativa, universal, secreta y directa. Lo que ha sucedido en Cuba y ahora en Venezuela, es que el partido del poder reemplaza la voz del pueblo y, con la excusa de sacar a los privilegiados del poder, se inventan criterios selectivos y exclusionarios para que las elecciones se hagan en subcomités, comunas, grupos o cualquier otra forma de cooptación. Yo, en cambio, creo en la democracia directa y representativa, sin filtros ni precondiciones. Esa democracia asegura la igualdad entre los seres humanos, es mejor para garantizar que el bien general prime sobre el particular y evita las distorsiones ideológicas en el proceso de discusión y toma de decisiones. Y, más importante, esa democracia garantiza que quienes comiencen a dañar el país pueden ser removidos rápidamente, para que las torpezas y el populismo no lleguen a extremos.
2. Ellos piensan que el poder debe centralizarse, que esa es la manera de garantizar el control del país. Yo creo en el poder local y, principalmente, en las bondades de llevar la voz a los municipios, no solo como una manera de asegurar que se entiendan las necesidades cercanas, sino como una forma de regresar el poder a las personas y como una inmejorable herramienta de fiscalización a los gobernantes.
3. Ellos no creen en la separación de poderes. Para mí, en cambio, contar con legislativo, ejecutivo, judicial y las entidades independientes como el Banco de la República, así como los sistemas de balances y contrabalances, es crítico para evitar los fascismos. Más allá, estoy convencido de que el control implícito en que el presupuesto deba presentarse por el Gobierno, pero que sea analizado en el Congreso, así como que la junta directiva del Emisor sea la voz decisoria para controlar la inflación y la política monetaria, sirven de freno al gasto sin sentido y a la tentación de mal utilizar las reservas internacionales y la máquina de imprimir dinero.
4. Ellos creen en la planificación central y yo pienso que la iniciativa privada, la competencia y la libre empresa son la mejor garantía del funcionamiento eficiente de la economía, de asegurar la prosperidad del país y la única vía viable para el éxito económico de Colombia y sus gentes. Los controles de precios que ellos traerían lleva a desabastecimiento de todo, incluidos alimentos y medicinas.
5. Ellos consideran que la propiedad debe ser principalmente estatal y, máximo cooperativa o comunal. Es mi idea que la propiedad privada, en particular de los medios de producción, es crítica y necesaria para que se den los incentivos a la creatividad empresarial, la libre competencia, la investigación y el desarrollo y la identificación y materialización de las ventajas competitivas del país.
Obviamente, si pretendemos que una visión como la mía gane y dure, es indispensable que en las próximas elecciones triunfemos por ideales y no por miedo, por convicciones y no por fantasmas y amenazas. Necesitamos que estas ideas se debatan. Solo así lograremos que a este credo de libertades y convicciones le crezcan raíces profundas en los colombianos.
Que las Farc participen, ¡pero que pierdan!
Mi pensamiento de lo que es bueno para Colombia me distancia de ellos y, por eso, creo que es crítico que les ganemos en las urnas.
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