Gracias a la evolución que ha tenido la tasa de cambio en los últimos días, se respira un ambiente de relativo optimismo entre los exportadores, pero no así entre los importadores. Es lógico que esto acontezca, porque la devaluación produce efectos positivos entre los vendedores de bienes y servicios de Colombia.
Aunque, de antemano se sabe, es necesario repetir el caso, pues nunca hay felicidad completa con la evolución del tipo de cambio, sobre todo si han pasado tantos meses de profunda sequía a causa de la persistente revaluación.
A juzgar por los comentarios de los analistas, todo parece indicar que la cotización del dólar no tiene término medio, en la medida en que la depreciación y la apreciación no permiten equilibrios totales.
Hace meses venimos escuchando los lamentos de los exportadores que se quejan de la revaluación sostenida de la moneda y la consecuente pérdida de competitividad de nuestras ventas en el exterior.
En pocas palabras, no les sirve un tipo de cambio de pesos por dólar entre 1.700 y 1.850 pesos. Como consecuencia de esta intranquilidad, el Ministro de Hacienda le salió al paso a la tasa de cambio, poniéndole una meta de 1.950 pesos, lo cual llevó a que la cifra se convirtiera en la mágica expresión del dólar Cárdenas.
En realidad, de lo que se trata es de jugarse el albur de que los factores que influyen en el precio de la divisa tengan un comportamiento acorde con las necesidades y los márgenes aceptables para lograr la estabilidad.
Me refiero concretamente a los ingresos por exportaciones, inversión extranjera, crédito externo, además de ingresos netos por factores del exterior.
De otro lado, y con signo contrario, aparecen las erogaciones por importaciones, así como los reembolsos por crédito externo y las contrapartidas de los anteriores rubros. Si esto se da, la tasa de cambio mostrará un balance favorable para el manejo de la política económica.
Con todo, hay un par de aspectos que es necesario considerar, sobre todo tratándose de un país como Colombia, cuya tasa de cambio depende no solo del manejo y la evolución de su propia política económica, sino de los flujos de recursos de cambio exterior generados por decisiones de política de los proveedores de estos recursos.
En el primer caso, la pérdida de dinámica de las exportaciones, como en efecto ha ocurrido en los últimos días, contribuye a eliminar presión sobre el precio del dólar, lo mismo que la caída de la inversión extranjera; si estos dos componentes disminuyen más que proporcionalmente, la cotización será menor.
En el segundo, las decisiones del señor Bernanke de aumentar la liquidez internacional, tal como lo está haciendo hasta ahora, inundando los mercados de capitales con la divisa, sin duda, causan un enorme perjuicio, tanto a nosotros como a los demás países dependientes.
De esta forma, no solo nos debemos preocupar por lo que ocurra en el interior, sino también de las decisiones del jefe de la Reserva Federal.
Si son, como esperamos, contraccionistas, puede darse la tan ansiada estabilidad y la euforia podrá durar unos cuantos meses, que, de cualquier manera, no serán muchos, porque la política en que se mueve el país del norte es para la recuperación.
Gabriel Rosas Vega
Exministro de Agricultura
rosgo12@hotmail.com