No sé si se dieron ustedes cuenta: la reunión entre esos dos personajes, Trump y Kim Jong-Un, nos da una nueva esperanza para la paz mundial, como lo declaran reiteradamente las reinas de belleza.
Se comprometió el presidente norteamericano a no continuar “jugando a la guerra” en la frontera de Corea del Norte y Kim, a no continuar lanzando misiles atómicos de prueba y sin destino conocido.
Hacia el futuro y después de las elecciones del Congreso en Norteamérica hablarán de cómo hacer la desnuclearización y de firmar la paz para la región después de un armisticio que lleva en funcionamiento casi siete décadas.
Yo quiero un plebiscito sobre lo que suscribieron los mandatarios. Eso sí, con voto preferencial a favor del ‘no’ e incentivos reales para todos aquellos que inventen mentiras a favor de esa opción.
La guerra la hace cualquiera, solo los valientes logran hacer la paz, algo así dice mi presidente Trump y por ello se reúne con Kim y éste ríe. Domina el inglés, el francés, el alemán, el coreano y pide un traductor.
Trump solo habla inglés, no siempre bien. En medio de la cumbre hizo gala de su simpatía y solicitó vehementemente que les tomaran fotos para que “salieran bonitos”.
Una cumbre histórica, con efectos electorales inmediatos en EE. UU. a favor de los republicanos. De otra parte, Kim, otro de los denominados “terroristas, dictadores y sátrapas”, pasa sin solución de continuidad a estadista, prohombre e interlocutor legítimo y legal. “Y el espíritu burlón se reía, se reía”.
Desde ahora tengo comprometido mi voto porque les den a esos dos el premio Nobel de la Paz.
El ejemplo de la fortaleza de los acuerdos suscritos por el señor Trump se encuentra en lo que ocurrió en días anteriores: firmó una declaración de afán a la salida de la reunión del G-7 y en el avión no le gustó y la rompió. Insultó a los gobernantes de esos paisitos, los trató como súbditos, no como aliados. Pobrecitos, que descortesía y falta de politesse.
Para Trump la prioridad son los negocios, el proteccionismo, los aranceles con efectos políticos en ciertos estados industriales y la inversión de la encantadora Ivanna y su príncipe consorte en Corea del Norte. Eso sí, hay que asegurar el pan de cada día por si no lo reeligen. Quién sabe.
En Colombia, a cualquiera que hiciese lo mismo, lo estarían tratando de mamerto y populista.
Hablando en serio: la nueva triada son los Estados Unidos, China y Rusia, todos los demás son jugadores de segunda o tercera. Trump pateó el tablero de la geopolítica mundial y lo reordenó a su leal saber y entender.
Y, con Latinoamérica el ejemplo es México. Del TCLAN, acuerdo que significó la hoja de ruta y el “tren en movimiento” que no podíamos perder, quedará muy poco. Qué desilusión: “Todo lo amado que al pasar se olvida es fuente de angustiosas decepciones”, decía el poeta. Pasamos de la seguridad de los acuerdos bilaterales al unilateralismo, sin que nos notifiquen siquiera que los acuerdos ya no existen.
Por hoy, hasta ahí. Agradezcan, no escribí sobre Petro o Duque.