Estos son los tres tesoros buscados y amados por los sabios y los místicos de todas las culturas como Rumi, Buda, Jesús, Francisco de Asís o Yogananda.
Buena conciencia es alinear tu cuerpo con tu mente, y armonizar tu mente con tu corazón y tu espíritu. Es ser transparente, liderar tu propia vida y lograr una sabiduría superior. Entonces, es fácil para ti amarte y amar. Potencias tu sentido de responsabilidad y te centras en el bienestar de todos los demás. No puedes darte el lujo de frenar tu avance con pensamientos centrados solo en ti mismo y en decisiones basadas en el ego soberbio.
Con autodisciplina, humildad y servicio, construyes una morada de luz y caminas en el sendero del espíritu. Eso pide decidir con amor, valorar a los otros y tratarlos con bondad y no con los clichés del ego. Sé consciente de que tu espiritualidad te centra en el amor. Saca cada día espacios de paz, elige relajarte y sumergirte en tu conciencia, entonces fluyes con Dios en la calma del amor sin batallas internas.
Tener conciencia es despertar y vivir alerta en el aquí y en el ahora. Según Krishnamurti es caer en la cuenta de quién eres, qué haces, dónde estás y hacia dónde te diriges. Es como la base de una pirámide y, ya sobre ese fundamento, te puedes elevar a un estado superior y ser coherente y consistente. El secreto es mejorar en tres campos: esmérate en conocerte y autovigilarte siempre sin excusas peregrinas. Es un estado de alerta constante para amar y alcanzar sabiduría; mejora cada día tus acciones, tus pensamientos, gestos, decisiones, emociones, hábitos y palabras, y dedica tiempo a estar en comunión con la realidad y acepta los hechos y las personas tal como son.
Pregúntate con frecuencia: ¿para dónde voy?, ¿qué necesito aprender?, ¿qué necesito cambiar?, ¿cuál es mi misión? El filósofo griego Pitágoras enseñó a sus seguidores el arte de examinarse con buenas preguntas. No te identifiques con las cosas, evita el sopor de una conciencia anestesiada y vive alerta y vigilante. Eres feliz si vives sincronizado con el presente y te apoyas en ti mismo y no en lo vano y lo aparente. Tu mejor aliado es el amor incondicional y con su magia no juzgas, respetas y eres compasivo. Tu ganancia está en expandir tu conciencia, armonizarte y unificarte.
Si vas a lo esencial alcanzarás la paz tan deseada y la seguridad de tener lo que necesitas en cada momento. El reto es enamorarte de Dios y comprobar cómo la constante conexión con Él hace que se esfumen los miedos, las dudas, las cuitas y la enfermedad. En tu espíritu como chispa divina está la verdadera fuente de energía interior que equilibra tu cuerpo y tu psiquis, pero necesitas alimentarlo cada día.
Mi libro, El sendero del espíritu, te ofrece una guía para eso, ayudas y herramientas. Decide romper todas las ataduras, gana la libertad interior y serás el dueño de ti mismo. Todo el tiempo que dedicas a relajarte, orar y meditar te energiza, te calma y te revitaliza. Puedes esperar lo mejor cuando cuidas tu paz interior, y lo peor si y te subyugan los bajos instintos y los delirios del ego. Ahora bien, si te sosiegas y te reconoces, vuelves a lo esencial y no te desgastas en asuntos de poca importancia.