De todas las declaraciones que han aparecido en los medios de comunicación en torno al reciente papa Francisco, hay unas que nos han llamado la atención por la fuerza argumental y novedad ideológica que representan.
En su época de cardenal en Buenos Aires, Bergoglio le dijo a un reportero de la NBC que el debate moderno sobre la pobreza era un cuestionamiento a las tendencias políticas de derecha y de izquierda en el mundo.
Cuenta el economista mexicano Ricardo Valenzuela, en la revista Asuntos capitales, en la edición de mayo del 2013, que hace un par de años el cardenal afirmaba –en aquella entrevista con el periodista norteamericano C. Mathews– que “la pobreza es una creación de los políticos”. Y añadía que los políticos de uno u otro lado, se servían de los pobres para mantener sus votos y las reelecciones.
No hay duda de que esta afirmación ha tocado un punto sensible, no solo para la Iglesia, sino también para todo el mundo.
La pobreza es, de acuerdo con esta interpretación, el único asunto que les importa a los partidos políticos, porque los pobres son la carnada de las diversas ideologías: v.g., el socialismo socorre a los pobres, pero no hace esfuerzos verdaderos para acabarlos, porque ellos son la carne de cañón para amarrarlos a las elecciones. Impidiendo su desarrollo y bienestar, los socialistas se sirven de los pobres para ganar elecciones y perpetuarse en el poder.
Las subvenciones y las misiones son, pues, una anestesia para manipular a los individuos, a tal punto que no es estratégico sacarlos de esa situación.
Pero ahí no acaba la cosa: el capitalismo también incurre en el error de mantener la población de pobres porque estos son los protegidos de los caciques políticos para repartir sus limosnas (las tejas de zinc, el mercado, la beca, el subsidio, el Sisbén, etc.) y mantener con ellas sus votos para ganar las elecciones.
Mientras más menesterosos existan, menos educación podrán alcanzar y, por lo mismo, su ignorancia de pobres los hacen fácilmente manejables para los partidos políticos y sus caciques en todas partes.
En otras palabras, los partidos, de uno u otro lado de la franja ideológica, permiten la existencia de los pobres para garantizar unas elecciones ‘democráticas’ y salvaguardar el poder.
En toda clase de democracias, aun las que presumen ser más igualitarias, no existen signos de que la pobreza sea la máxima prioridad de los gobiernos como para terminarla de una vez por todas: los candidatos que alardean de hacerlo en los discursos de las campañas se olvidan de los pobres al acceder al gobierno, y de esa manera el circulo vicioso queda completamente clausurado.
Como puede observarse, las opiniones del entonces Cardenal argentino serán, si se conocen mejor tales apreciaciones, una fuente inagotable de discusiones: Bergoglio ha ubicado la pobreza como una ideología en medio del neoliberalismo y el socialismo, como una especie de tercera vía sobre la cual los líderes del mundo deben empezar a reflexionar.
Enfrentados a un debate de esta naturaleza, esos líderes que hoy buscan el favor de la opinión pública deben tener dispuesta una batería de respuestas que sean capaces de contrarrestar las oportunas y directas afirmaciones del Cardenal de Buenos Aires, el hoy Pontífice de todo el catolicismo.
Jaime Lopera
Consultor privado