Decía la revista Semana que hace poco había comenzado el proceso de selección del sucesor en la presidencia del Grupo Nutresa, y que la junta directiva contrató una firma de cazatalentos para que buscara al candidato más idóneo para esa importante posición.
La expectativa giraba en torno a si será una figura salida del interior del llamado Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), como ha sido la tradición en estas compañías, o si se decidirá por un candidato externo.
Hasta ahí la noticia apenas sería una reseña ordinaria en el boletín de las empresas. Pero cuando se indicaron las calidades gerenciales y el perfil exigido a los candidatos, advertimos una novedad enorme: para este cargo en Antioquia no se piden conocimientos financieros especializados, ni habilidades de mercadotecnia, ni aptitudes para la informática, ni saber leer balances y otras simplezas. No. La persona que se escoja debe tener un perfil basado en la inteligencia emocional, la calidad humana, la conciencia global, la sensibilidad social y el respeto por los demás.
El cambio de acento en la selección de personal ejecutivo es realmente una sorpresa digna de imitar: como las empresas progresan por la gente, las calidades exigidas tienen que ver con el trato, el cual es la máxima obligación en las relaciones interpersonales, y la mejor herramienta para tolerar y respetar a los colaboradores. Si pudiera decirse que esta forma de selección es un cambio de paradigma, estaríamos menospreciando muchas organizaciones privadas y públicas que lo hacen; pero es un cambio de enfoque cuya trascendencia se verá en aspectos tan significativos como la paz social.
Un empleado que llegue a su casa sin la angustia de haber sido maltratado por un jefe durante el día no tendrá la oportunidad de replicar en su hogar los mismos destrozos que recibe su autoestima en la empresa donde labora. Posiblemente gane el salario mínimo, o sea un alto ejecutivo, pero sale a la calle en paz bien tratado, conservando a salvo sus sentimientos y un espíritu dispuesto a imaginar mejores cosas.
“Uno de los efectos positivos de aplanar el organigrama de una empresa –fuera de los gastos– consiste en darle más énfasis a la importancia de los individuos de automanejarse y ser responsables de su propio desempeño” (E. Lawler III).
Y algo mejor: el entrenamiento y la capacitación son un excelente complemento a este enfoque humanístico en la selección de personal, modelo basado en las capacidades y no en la naturaleza del cargo.
Durante años, las exigencias de la globalización solo atendían el reclutamiento de ejecutivos que mostraran altos niveles de resultados. “Consiga la plata mijo, consígala honradamente; pero si no la puede conseguir honradamente, consiga la plata, mijo”, como aconsejaban algunos padres a sus hijos en el pasado, con las secuelas que todos conocemos en el campo del narcotráfico y la corrupción oficial, que consisten en conseguir dinero a toda costa.
En suma, el modelo de selección por capacidades debe ser un antídoto ético a las pretensiones de beneficios alcanzados contra la decencia. Muchas organizaciones extranjeras han permitido a sus sucursales latinoamericanas atravesar estos límites sin mediar un reproche a sus ejecutivos, y todos sabemos que en muchas nacionales también es así. La calidad humana no valida gentes con conductas de esta clase y la conciencia moral termina por imponerse.
Jaime Lopera
Consultor privado
jailop1@gmail.com