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Johanna Peters

¡Gracias muchachos!

Johanna Peters
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Johanna Peters

No sigo el fútbol, y hace 16 años que no me acordaba lo que se sentía ver un Mundial con equipo a bordo, pero la felicidad que me ha generado la Selección debe ser solo un pálido reflejo de lo que produce en los fanáticos de verdad.

Ya con Nairo Quintana y Rigoberto Urán, en el Giro de Italia, sentí algo que confirmé ahora con el Mundial. Les debemos estos momentos de felicidad a unas personas que han tenido que luchar solos para salir adelante y que lo han hecho con todas las probabilidades en contra, casi siempre a causa de los problemas de nuestro país.

Los ejemplos sobran. Nairo Quitana, por ejemplo, empezó a montar en bicicleta no por diversión, sino para evitar tener que ir caminando diariamente a la escuela que quedaba a 18 kilómetros de su casa, cerca de Cómbita, en Boyacá. Nunca hizo parte de escuelas de ciclismo de niño, nunca le ofrecieron algún programa extracurricular relacionado al tema y menos tuvo recursos para invertir en equipos sofisticados.

Los paramilitares asesinaron al padre de Rigoberto Urán por andar montando en bicicleta en una carretera.A los 14 años a Rigoberto le tocó empezar a vender chance para mantener a su familia en Urrao, y vio en la bicicleta usada, que le había acondicionado su padre, una forma de honrar su memoria.

Similar tragedia vivió Juan Cuadrado, quien también perdió a su padre a manos de los ‘paras’ en Necoclí. Su madre tuvo que dejarlo al cuidado de su abuela para poder sostenerlo e irse a trabajar a una bananera. Hoy, como hace 20 años, en Necoclí lo que hay son canchas de barro y Cuadrado salió adelante en el fútbol por talento, ganas y el tesón de su mamá, pero no por que hubieran apoyado su talento de manera organizada desde el colegio o fuera de él.

Carlos Bacca vendía pescado de niño para ayudar a la economía familiar y aun entrenando con el Junior necesitaba trabajar como asistente de bus para poder pagar las cuentas. Jackson Martínez, oriundo de la olvidada Quibdó no solo aprendió a jugar sin guayos ni indumentaria, sino que empezó en el fútbol colombiano profesional ganando 400 mil pesos mensuales.

Estos sacrificios y estas historias se repiten en casi todos los deportistas profesionales del país y los casos aquí reseñados son solo una pequeña muestra. Por eso, sin importar si la Selección pasa otra ronda, si Nairo o Rigoberto ganan más competencias o si otros deportistas se destacan en otros campos, todos ellos son ganadores y, ante todo, héroes.

Héroes porque le ganaron a la falta de oportunidades cuando eran niños, a la falta de Estado para protegerlos y promover su talento, y a la falta de patrocinios.

Por eso quiero darles las gracias. ¡Gracias por la dicha de verlos ganar, de verlos con la tricolor y de hacernos sentir ganadores!

Johanna Peters

Consultora en comunicaciones

Johanna.Peters@fticonsulting.com

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