La semana pasada me obsequiaron el libro El agua, de Seth Siegel, que relata el caso exitoso de Israel para llevar este recurso hídrico a todo su territorio, un logro que prácticamente era imposible, teniendo en cuenta que el 64 por ciento del país tiene una composición desértica y el resto es semidesértico. De hecho, el resultado no ha sido solo llevar agua, sino contribuir a la producción agrícola para el abastecimiento interno.
Nada más aplicable a La Guajira, Cesar, Magdalena, San Andrés y a otros departamentos que reclaman agua potable con urgencia. Por eso resulta una paradoja que, mientras Colombia está entre los tres países latinoamericanos (junto a Brasil y Perú) con más agua dulce en el mundo, no logremos garantizar, como país, este recurso hídrico para el consumo humano a todo el territorio. Solo Suramérica aporta el 20 por ciento del agua dulce del planeta, pues la región tiene las mayores cuencas fluviales del mundo: Amazonas, Orinoco y el Río de la Plata.
Hay que recordar que el planeta está conformado por el 70 por ciento de agua: 97,5 por ciento corresponde a agua salada y apenas 2,5 por ciento a agua dulce (68 por ciento congelada, 30 por ciento subterránea y 0,3 por ciento en espejo). En materia de uso, a nivel global, el 70 por ciento se destina a las actividades agrícolas mediante la modalidad de riego, el 22 por ciento al sector industrial y el 8 por ciento al consumo humano. Cifras del investigador Alberto Arcila calculan que alrededor de 31 países, que equivale a 1.600 millones de personas, carecen del acceso al recurso hídrico.
Para volver al caso colombiano, hay que mirar a la cuenca Magdalena-Cauca, que representa el 24 por ciento de la superficie del país, y donde se asientan cerca de 32,5 millones de habitantes. Esa región, bañada por los ríos Cauca y Magdalena, aporta el 70 por ciento de la energía hidráulica del país, el 70 del agua para la producción agrícola, el 90 por ciento para la producción cafetera nacional y el 50 por ciento de la pesca de agua dulce. Pese a la importancia de este generador del recurso hídrico, en palabras del experto Manuel Rodríguez Becerra, el 77 por ciento de su cobertura vegetal se ha destruido y el 78 por ciento de su territorio presenta muestras de erosión.
El caso israelí cobra toda la importancia cuando de promover el uso de tecnologías que permitan incrementar el acceso al agua y la mayor eficiencia en las actividades agropecuarias e industriales se trata. Mientras en ese país la adversidad de la guerra les ha obligado a promover modelos de sobrevivencia con la generación del recurso hídrico, en países como Colombia la comodidad y la cercanía con las fuentes de agua dulce en los principales centros poblados, ha impedido el desarrollo en este sentido.
La protección y aprovechamiento del recurso hídrico no puede ser un tema de debate exclusivo de los ambientalistas ortodoxos o de los gobernantes populistas, que se aprovechan de las consultas mineras para obtener réditos políticos. Hay que sumar propuestas serias y trascendentales como la de Israel que contiene innovación, eficiencia e inmediatez en sus resultados.
columnista
Sin agua, no hay paraíso
La protección y aprovechamiento del recurso hídrico no puede ser un tema de debate exclusivo de los ambientalistas.
POR:
Juan Manuel Ramirez M.
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