El caso de Pretelt solo es otro escándalo de alto nivel que, luego de un tiempo, será archivado como tantos otros, porque estamos llenos de escándalos de corrupción y nunca pasa nada, con algunas excepciones.
La corrupción campea en todos lados, contratos con el Estado, llenos de entuertos, elecciones ya sea de presidente, Congreso, alcaldes, consejos, fiscal, Contraloría, magistrados, todas con algún grado de corrupción. Y la sociedad, impotente o cómplice, hace de esto un chiste, como acuñar el término ‘ñoños’, que significa: político corrupto al que no se le logran probar sus delitos; héroe.
Entonces, en quién confiar: ¿en la Fiscalía, con sus ‘falsos positivos’ como el de Sigifredo López, o la inoperancia, como en el caso SaludCoop? ¿O en la Policía, que aunque ha mejorado, sigue presentando altos grados de corrupción, protegidos por una mal entendida defensa de cuerpo que obliga a ‘entrecubrirse’? ¿O en la justicia, que cada vez es más claro que está para la venta? Claro que existen excepciones. ¿O en el Congreso?
Lo anterior es preocupante, porque la tendencia es atribuirle la culpa a la institución o la norma, y por eso, cada vez que surge un escándalo, reaccionamos pidiendo cambiar instituciones y normas, cuando en realidad si las personas que llegan a estas dignidades no están dispuestas a hacer su trabajo de forma proba y respetando la ley, sino enceguecidos por la codicia y la soberbia que les permite pasar por encima de todo principio en beneficio propio –pues no importa norma ni reglamentos–, simplemente los van a volver a violar.
Tenemos que regresar a lo fundamental, empezando por educar a los hombres del mañana en principios claros de respeto a lo bien hecho, al trabajo honesto, a la decencia, a la ética y tratar de tener más ingenieros, técnicos, médicos y científicos que ayuden a empujar al país hacia el futuro, y menos abogados ‘tinterillos’ que enredan todo, más aún si no saben distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Porque, no nos digamos mentiras, las reuniones de los magistrados en lanchones por el Magdalena, en Neiva con narcos italianos, o en sus oficinas con quienes tienen casos en sus despachos han estado siempre prohibidas, ya sea por la ley, los reglamentos o la ética.
Mi clamor es para que no la vayamos a emprender contra la tutela, ya que este mecanismo no tiene nada que ver con el escándalo de la Corte, los cuestionados por estar a la venta son los magistrados, no la tutela, que es de las pocas instituciones que saca la cara por el Estado de Derecho, que ha permitido a muchos ciudadanos recuperar su dignidad frente a particulares o contra las arbitrariedades del mismo Estado.
La tutela es de las pocas herramientas progresistas de nuestra normatividad, con vuelo propio, absolutamente democrática, cercana al ciudadano y lejana de la norma muerta, que protege la Constitución, libro incómodo que las autoridades irrespetan con frecuencia
Concluyo opinando que la ley debería ser tan sencilla de aplicar que no se tendrían que necesitar abogados ni intermediarios, sino personas de altura moral, con sentido común y ética, así algunos eruditos digan que el derecho y la ética no tienen nada que ver. Si esto es así, tenemos que cambiar el derecho y las leyes, no la ética.
Lucas Echeverri Robledo
Consultor
lukaseche@gmail.com