En la economía global se ha experimentado una enorme transformación desde la primera década de este siglo, caracterizada por una aceleración del comercio mundial por encima del crecimiento del PIB global por un periodo relativamente largo. Las reglas del comercio de bienes y servicios parecieron fluir hacia la mayor integración de los mercados y se experimentó un boom en el precio de los productos básicos hasta el 2012 para bienes agrícolas y primarios, y hasta el 2014 para minerales y combustibles. Fue muy destacado en esta etapa el crecimiento de los Bric (Brasil, Rusia, India y China). Los países en desarrollo vivieron un ciclo favorable de términos de intercambio.
Esta fase de crecimiento fue interrumpida abruptamente por las reglas de gestión inadecuada del riesgo por parte de banqueros de países desarrollados, que, con una confluencia de factores, incluida la política macroeconómica, desencadenaron la ‘Gran Recesión’ del 2008-2009. De esta crisis salieron ilesos los países que mantuvieron la salud de sus mercados financieros. El gobierno del presidente Obama impulsó una reforma financiera que contribuyó, en buena a medida, a desacelerar el problema financiero, pero el crecimiento global se desestimuló notablemente.
Al llegar Trump al gobierno, se ha vivido un periodo convulsionado de erupción en las reglas de la integración comercial y su llegada, junto con el brexit y otros fenómenos, constituyó la manifestación social de los efectos de la crisis de confianza de muchos sectores sobre las políticas tradicionales de globalización y han venido produciendo tendencias en sentido contrario.
La caída de los precios del petróleo en el 2014 benefició a muchos países productores de petróleo, pero perjudicó a aquellos que dependían excesivamente de los ingresos del sector para financiar los gobiernos. En el caso de Colombia, la terminación del auge minero-energético de una década se tradujo en una reducción abrupta de los ingresos del Estado, en el debilitamiento de la posición de la industria y la agricultura y en un deterioro ostensible de los términos de intercambio. La coyuntura de tasas de cambio favorables a las exportaciones no ha podido ser aprovechada suficientemente por los sectores potencialmente beneficiarios, por múltiples factores, pero principalmente por el reto de productividad.
El difícil proceso de paz que ha enfrentado Colombia deja una enorme oportunidad para transformar significativamente el campo, con una inversión de bienes públicos por parte del Estado en educación, salud, infraestructura adecuada, asistencia técnica y crédito. Este reto permitirá reforzar las demandas domésticas de una clase media en crecimiento y del mundo por alimentos.
La coyuntura de cambio de gobierno en Colombia presenta también enormes posibilidades si los colombianos encontramos finalmente un consenso, empezando por los líderes políticos, que oriente el país hacia sendas de ‘legalidad, emprendimiento y equidad’.
El Banco de la República ha sido una garantía para cimentar la estabilidad económica al tomar decisiones acertadas que han contribuido a reducir la inflación a niveles deseables (superiores al 8 por ciento, recientemente) y sustentar el crecimiento nuevamente con la orientación de su tasa de intervención.
La transición en el Ministerio de Hacienda garantizará, seguramente, la posibilidad de mantener el grado de inversión de la deuda colombiana obtenido desde el 2011, y al presentar soluciones acertadas al ajuste fiscal que ya se inició, se avanzó y es importante concluir exitosamente.
Luis Alberto Zuleta J.
Consultor empresarial
zuldezub@lzuletaj.com.co