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Análisis

Cúcuta: es la hora de los cambios estructurales

Es momento de diseñar políticas estructurales para que este territorio fronterizo comience a producir buenas noticias que despejen su futuro.

Luis Eduardo Arango
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Luis Eduardo Arango

Las condiciones que vive actualmente la capital de Norte de Santander plantean enormes retos a los dirigentes. Ellas son resultado tanto de situaciones ocurridas a ambos lados de la frontera y subregiones del territorio departamental y otras zonas cercanas, como de las consecuentes decisiones adoptadas a lo largo de muchos años. Sin embargo, su realidad no solo es producto de lo ocurrido en el pasado, es también resultado de las decisiones basadas en expectativas sobre lo que puede suceder en el futuro cercano en la región.

Pero no es en dichas situaciones en lo que me quiero detener, sino en las eventuales consecuencias que han podido tener en el mercado laboral de Cúcuta, Villa del Rosario, Los Patios y El Zulia, el cual está mostrando un cuadro complicado, aunque lo propio debe estar sucediendo en materia de pobreza y otros aspectos sociales de primera importancia.

Para empezar, su tasa de desempleo está alrededor de 15 por ciento, esto es 50 por ciento más alta que el promedio urbano (23 ciudades). En el 2009, la tasa de Cúcuta era 15 por ciento menos que el promedio urbano. En materia de desempleo juvenil la situación también es difícil. Esta tasa es superior al registro de 23 urbes, 5,6 puntos porcentuales (pp), en tanto que la tasa de informalidad se sitúa alrededor de 20 pp por encima. Es decir, la informalidad de Cúcuta es cercana al 70 por ciento, un número alarmante, dadas las consecuencias negativas de este fenómeno en el crecimiento de largo plazo de la economía.

La capacidad que tiene Cúcuta de generar empleo asalariado ha venido cayendo de manera continua desde el 2011, de suerte que la diferencia de la tasa de ocupación asalariada con los demás centros urbanos se ha venido ampliando de manera continua desde entonces. En febrero de este año, la tasa de ocupación asalariada se situaba cerca de 15 pp por debajo del promedio de 23 ciudades, mientras que en el caso de los jóvenes entre 18 y 22 años de edad estaba 18 pp por debajo del promedio.

Nuestros cálculos, basados en las estadísticas del Dane, sugieren que entre el 2008 y el 2015 la productividad laboral de la ciudad, medida por el salario mediano de trabajadores privados y servidores públicos, se ha mantenido prácticamente constante, alrededor de 89 por ciento del promedio urbanos del país. La productividad laboral es el reflejo de aspectos como la educación y experiencia de la mano de obra, la exposición a la competencia, la capacidad de innovación, la dotación de capital por trabajador, el adiestramiento para el trabajo, la calidad y facilidad del emparejamiento entre firmas y trabajadores, entre otros.

La fuerza laboral de Cúcuta es menos educada que el promedio nacional. En efecto, en relación con la población en edad de trabajar, 9 por ciento de las personas tienen 15 años de educación o más. En las 23 metrópolis, el promedio es de 14,3 por ciento. Es decir, la diferencia es superior a 5 pp.

Los indicadores del sector manufacturero no son menos preocupantes. Su escasa vocación industrial se refleja en la poca capacidad de generación de empleo de este sector; Cúcuta concentra menos del 1 por ciento del empleo industrial, según cifras de la Encuesta Anual Manufacturera. Los pocos establecimientos de este ramo, radicados allí, se dedican, en mayor medida a la producción de minerales, alimentos y bebidas, y caucho y plásticos. La proporción de profesionales y técnicos en el total de trabajadores del sector industrial pasó de 8,5 a 5 por ciento entre el 2000 y el 2013; en Barranquilla, para marcar un contraste, este indicador pasó de 8 a 15 por ciento en algo más de una década.

Los trabajadores de mayor calificación con contrato a término indefinido en el sector manufacturero pasaron de 90 a 56 por ciento en lo que va de este siglo. Por su parte, las personas de menor calificación vinculadas al sector industrial mediante este tipo de contratos, pasaron de 71 a 44 por ciento. Es muy probable que estos cambios en la forma de contratación tengan efectos no solo sobre la productividad de los trabajadores, sino también sobre la velocidad del cambio técnico en los establecimientos industriales.
Cúcuta y los municipios cercanos son una zona poblada de gente capaz, emprendedora y con una fuerza laboral joven. Es el momento de diseñar las políticas estructurales adecuadas, de manera que este territorio fronterizo comience a producir buenas noticias que despejen su futuro. Dichas políticas deben involucrar al sector privado y las administraciones nacional y local para incrementar la productividad laboral, y se dé espacio al cambio técnico. No todo se lo debemos dejar a la mano invisible, que puede ser muy lenta.

Todos los frentes son importantes, pero, sin duda, la mejor educación se encuentra en la raíz de la solución; esto no es nuevo, pero es hora de empezar a actuar para corregir el rumbo de Cúcuta y sus alrededores. Es importante que la nueva economía promovida por el Gobierno tome arraigo en la frontera.

Otras ciudades también presentan cifras preocupantes en materia laboral: Sincelejo, Quibdó y Riohacha, entre ellas. Se necesitan intervenciones diferenciales en cada una.

Luis Eduardo Arango T.
Analista

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