El canciller Carlos Holmes Trujillo dio recientemente una rueda de prensa para señalar las orientaciones de la política internacional que va a desarrollar la administración del presidente Duque y los puntos centrales de su plan de acción. Son muchos los temas que trato, pero bien vale la pena concentrarse en los fundamentos mismos que espiran esta estrategia.
Alejándose de los principios de la escuela realista, que considera al Estado como el centro de las relaciones internacionales, el Canciller estima que las viejas fronteras entre lo interno y lo externo desaparecieron. Hoy, todos los temas nacionales son internacionales y viceversa.
Esto es lo que se conoce también como ‘interméstica’, término acuñado en 1977 por Bayless Manning y que requiere, según opinión del Canciller, una acción proactiva, imaginativa, diversificada geográfica y temáticamente, actualizada tecnológicamente, fuerte en el análisis académico y geopolítico.
El hecho es que los problemas nacionales ya no pueden resolverse políticamente en el interior de las fronteras nacionales. Atrás quedaron los días en los que diplomáticos y especialistas en política exterior podían negociar tratados y llegar a acuerdos sin mención alguna de los electores en sus respectivos países.
La nueva política ‘interméstica’ exige un nuevo sentido de explicación y discurso que aleje a los ciudadanos de una limitada postura defensiva y de respeto a las decisiones políticas. El debate interno e internacional será, por lo tanto, mucho mayor.
La política ‘interméstica’, como lo sostenía en excanciller inglés Denis MacShane, en el 2000, “exige reflexiones nuevas en torno al imperio global de la ley, al derecho a interferir cuando las naciones se rehúsan a respetar los derechos humanos o las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas”, ideas que podrían también ser válidas para aplicarlas en la OEA al caso de Venezuela, y que planteó el presidente Duque en la campaña electoral.
Si bien es cierto que se han hecho avances importantes sobre la necesidad de utilizar estos conceptos, no existe claridad sobre la forma de relacionarlos institucionalmente.
Algo se ha logrado a partir del célebre modelo de Putnam de un juego de dos niveles, según el cual los negociadores internacionales se mueven en tableros paralelos de negociación; el primero es el de las contrapartes extranjeras, el segundo opera en el ámbito doméstico, con actores que tienen el poder para ratificar o rechazar un acuerdo final, el cual debe ser aceptable para los dos niveles, lo que reduce el rango de resultados posibles a aquellas áreas en las que coinciden los “conjuntos ganadores” (win-sets), definidos por Putnam como el conjunto de acuerdos aceptables para los dos niveles.
Todo convenio debe obtener la aprobación de los intereses, tanto externos como internos, lo que crea un ir y venir entre los niveles internacional y doméstico, y hace que los conjuntos ganadores más amplios aumenten la posibilidad de que se alcance el acuerdo más fácilmente.
Para formar estos consensos y la unidad en la política exterior, el Canciller anunció la reactivación del funcionamiento de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores. Esta iniciativa podría complementarse con la realización de un esfuerzo adicional para precisar las diferentes etapas para la elaboración, ejecución y control de la política exterior y la manera de llevar a cabo las interacciones entre los diversos órganos político-administrativos y grupos sociales del Estado.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional
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