La propuesta del presidente Donald Trump de renegociar el Nafta para que Estados Unidos recupere su liderazgo mundial en materia manufacturera, paradójicamente fracasaría no solo por el rechazo de México y Canadá, sino porque cuenta con la oposición de los mismos empresarios y académicos estadounidenses, ya que consideran que debilitaría la posición de EE. UU. en el mundo, no generaría nuevas empresas, aumentaría el desempleo, empobrecería a sus consumidores y golpearía las cadenas de valor en América del Norte. Estas son sus principales observaciones.
Cláusula de terminación automática del tratado. Trump propuso incluir en el nuevo TLC una cláusula que implicaría la terminación automática en cinco años si los tres socios no acuerdan antes lo contrario. Como lo comenta Dany Bahar, del Brookings Institution, “Su objetivo es desincentivar la inversión manufacturera estadounidense en México bajo la premisa de que volverá a EE. UU. y creará puestos de trabajo, pero no tiene en cuenta que muchas de las empresas que regresen automatizarán la producción y apenas contratarán”. Además, subraya Bahar, al encarecerse la producción por los mayores costos derivados de regresar a EE. UU., golpeará el bolsillo de los consumidores de la primera potencia mundial y perjudicará a su economía. “El gran perjudicado sería el consumidor estadounidense, que vería bajar su poder de compra. Pero eso no parece importarle a nadie”. “Lo que esta visión pasa por alto es que la incertidumbre de la política comercial reduce el nivel general de inversión y comercio y, por lo tanto, los beneficios que aportan a los consumidores: precios más bajos y una mayor variedad de productos disponibles”.
Contenido regional más alto en automóviles. Esta propuesta consiste en aumentar del 62,5 al 85 por ciento el porcentaje de componentes de un automóvil producido en la región para que cumpla las reglas de origen del TLC y pueda estar exento de aranceles. Esta medida proteccionista no solo distorsiona los mercados e impide que la industria aumente su productividad, sino que hace que el sector termine siendo altamente ineficiente. Además, hay que tener en cuenta que en EE. UU. los insumos son más costosos, y cuando se impone una cuota de este tipo necesariamente va a encarecer al vehículo, aumentado con ello los precios y disminuyendo la capacidad de creación de nuevos empleos. Además, según un estudio, el 38 por ciento de los componentes que forman parte de los carros ensamblados en México son de origen estadounidense.
Porcentaje mínimo de insumos estadounidenses en la industria automotriz. Trump quiere que al menos la mitad de los insumos que se utilizan para fabricar un automóvil en los tres países provenga de EE. UU., para generar más empleo y reducir el déficit comercial con México. Un porcentaje fijo de contenido local va en dirección contraria al resto del mundo. Lo que la negociación tiene que intentar es hacer más competitiva la región en su conjunto, por eso la discusión sobre las reglas de origen es irrelevante.
Estados Unidos tiene que ser consciente de que la competencia no es solo con México, sino entre Norteamérica, Europa y Asia.