Recientemente, la Dian comunicó que en un año ingresa, de manera ilegal, al país mercancía por aproximadamente 8.000 mil millones de dólares. Esto significa que nuestras empresas dejaron de producir mercancía por ese valor. Menos producción, es menos empleo.
¿Es el contrabando el responsable de la destrucción del empleo? En realidad no. Quien lo destruye, es el que compra ilegal. Este flagelo existe porque hay los dos elementos fundamentales de la economía: oferta y demanda, pero sobre todo, la última. La responsabilidad no se circunscribe exclusivamente a los comerciantes que lo ingresan ilegalmente al país, ni de los que ofrecen la mercancía de contrabando. Falla también quien lo compra.
¿Por qué se compra contrabando? Desconocimiento, disponibilidad, conveniencia, pero, sobre todo, precio. Es, en efecto, más barato, porque pertenece al bajo mundo de la ilegalidad. Se utiliza para esconder dinero de actividades ilícitas, no paga impuestos. Solo lo anterior brinda condiciones inequitativas en la competencia, con respecto de aquellos que producen o importan las mercancías con todas las formalidades y tributan para poder comerciar en los linderos de la legalidad.
Adicionalmente, el encadenamiento delictivo del contrabando usualmente incluye sobornos a las autoridades, intimidaciones a quienes lo combaten y venganzas entre carteles de contrabandistas, entre muchos otros. Esto también impacta de manera perversa a la institucionalidad. Por tanto, comprar mercancía contrabando, sale caro.
En Colombia hemos sido muy permisivos con esta actividad ilegal. La normatividad era laxa, por eso la Ley Anticontrabando, aprobada por el Congreso, resulta ser oportuna y necesaria para poner coto a esta práctica, que, gracias al uso y a la costumbre, ha deambulado durante siglos. Pero no es suficiente una norma fuerte si no hay un consenso social, político y económico para transformar la cultura que lo favorece. A la ley hay que acompañarla con pedagogía y oportunidades orientadas hacia la cultura de la legalidad. Es ahí cuando la producción nacional tiene un papel preponderante en la construcción de una mentalidad más proactiva en función de enaltecer lo propio, lo colombiano, lo nuestro.
La inercia de la economía mundial nos señala que el contrabando no va a desaparecer en virtud de la ley punitiva de un solo país, sino por la apertura económica orbital, consolidada en múltiples tratados de libre comercio, que, de a poco, van a romper las fronteras para dar paso a un mercado único, en el cual los pilares fundamentales de la competencia van a ser la calidad y el precio.
Colombia debe proteger su producción, y por eso resulta oportuno todo esfuerzo legislativo que se haga para frenar el contrabando que tanto daño hace. Pero más allá de la ley, es la decisión de cada colombiano la que va a marcar el derrotero del comercio hacia el futuro. Si cada uno se pregunta a quién beneficia con la compra de su producto, el consumo responsable definiría la decisión correcta. Recuerde, compre colombiano, así se construye país.
María Lucía Castrillón
Gerente de Propaís