Para los indígenas, el basuco, o ‘basura de la coca’, como fue denominada esta sustancia por sus primeros procesadores, es el ‘demonio de la coca’.
El basuco comienza a aparecer hacia la primera mitad de los años setenta, en los alrededores de los laboratorios de procesamiento del clorhidrato de cocaína (CLC). Dicen, que nos llegó gracias a la formación que tuvieron los químicos peruanos desde que los laboratorios europeos vieron porque para su fabricación de CLC era preferible procesar la llamada cocaína cruda (una base de óptima calidad) en el lugar de origen, por la fragilidad de la hoja de coca para su transporte en buque, a finales del siglo XIX.
La cocaína (más allá del alcaloide en la hoja de coca) se puede consumir de distintas formas: en polvo cristalino blanco (sales), o en piedras (cristales). Hoy, se habla de pasta básica de cocaína (PBC), sulfato de cocaína, que puede ser, o bien lo que llaman base (una sustancia chicluda sin desgomar), o la pasta lavada, sustancia blancuzca que sería el equivalente de la ‘cocaína cruda’ de finales del siglo XIX. Las diferencias radican en la cantidad de precursores requeridos.
El CLC es la etapa que sigue al PBC, que, al ser neutralizada por un ácido, produce la sal correspondiente. El CLC no se fuma porque a altas temperatura se destruye, pero, como es soluble en el agua, se puede inyectar.El basuco resulta de uno de los pasos en el procesamiento del CLC y se confunde con el PBC, que también es fumable. El basuco es un residuo (casi que las gomas y chicles mismos) y es la sustancia que contiene mayor cantidad de impurezas y cortes a los que lo somete su mercadeo de baja gama. Otras formas de cocaína fumable conocidas son el freebase y crack. Freebasing es la inhalación/fumada durante el proceso de fabricación del crack, que es producto de un procedimiento llamado ‘depatraseado’, que consiste en tomar el clorhidrato de cocaína y mezclarla con amoniaco o cocinarlo con bicarbonato.
Los primeros consumidores de basuco en América Latina, aparentemente, fueron los trabajadores de los laboratorios. No obstante, pronto se empezó a ver este producto en Bogotá. Inicialmente llegaba en forma de chicle, luego en polvo color ladrillo intenso, con el penetrante olor dulzón y pegachento que justamente distingue el basuco.
El basuco, aunque pronto fue estigmatizado, era fumado, en un principio, socialmente por personas de ciertos medios económicos y no por habitantes de calle. Es un hábito que resulta caro por la intensa rotación con la que se consume, y algunos de los fumadores pioneros (que hoy rondan los 60 años) que no lograron desengancharse, murieron (entre otras, en las operaciones de limpieza) o acabaron en la calle. Pero, generalmente, el que consume basuco es consumidor compulsivo y no esporádico; sea que consuma en un apartamento ‘cómodamente’, disipando su fortuna, o en la calle. Actualmente, el basuco es una sustancia asociada con personas que todo lo han perdido.
Sostienen que la propagación, o apertura de mercados de basuco a mediados de los años 70 es fruto del cerco estrecho que impusieron las autoridades antinarcóticos a la salida de cocaína desde los países andinos. Los narcotraficantes se vieron con coca sembrada y encontraron el producto perfecto, económico, de rápida rotación y enganchador.
En EE. UU., según el escándalo destapado por Gary Webb (quien se ‘suicidó’ de dos tiros mortales en la cabeza), los ghettos negros fueron inundados con esta droga enganchadora, con la intención de socavar las bases de estas comunidades y como parte de un negocio de armas con la DEA para tumbar el gobierno sandinista. Es así como en los años 80, el gobierno de Ronald Reagan, siguiendo la línea racista de Nixon, vio en el basuco un arma letal. En este país se consume, ante todo, el crack y en freebasing.
La reciente intervención en el ‘Bronx’ nos mostró el alcance de la miseria en Bogotá. No todo es droga. Gente que por variadas razones acaba, o prefiere vivir al margen de la sociedad, es algo tan antiguo como la misma humanidad. No obstante, la salud de los usuarios de calle y su entorno hace imperativo enfocar urgentemente este mercado, reconociendo que la exigencia de abstinencia lo que logra es mandar a los consumidores (compulsivos o no) a manos de los ganchos, que acaban poniendo a los que se dejan a su servicio.
El hallazgo de laboratorios para procesar cocaína en Europa y otros países de América Latina (para evadir los controles a los precursores y que las pérdidas, si hay incautaciones, sean menores) indica que, seguramente, se está exportando PBC. Es pésima señal, pues donde llega el PBC, allí se deja una partecita para abrir un consumo local antes de procesarlo en CLC.
En cuanto a los cultivadores, habría que comenzar por incentivos previos a la erradicación y/o la industrialización alternativa de la coca, para impedir que el PBC sea el único producto de valor agregado para salir de la miseria, y que este mismo basuco sea devuelto por los traficante a las comunidades papeleteado.
Es un escenario de terror que hay que evitar regulando esta sustancia, sin perjuicio ni prejuicio, para tratar de que no sean los ganchos tipo 'Bronx' los que reinen en el país.
María Mercedes Moreno
Coordinadora, Colectivo MamaCoca.
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