LUNES, 15 DE ABRIL DE 2024

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María Sol Navia V.
columnista

El modelo chino

¿Logrará China ser la primera potencia mundial con su modelo híbrido, y será sostenible?

María Sol Navia V.
POR:
María Sol Navia V.

En octubre se realizó en China el 19 congreso del Partido Comunista, en el cual el Secretario de la coalición y presidente Xi Jinping fue reelegido por cinco años más. Con este nombramiento se refuerza la figura autócrata del líder, quien consolidó así su poder, para seguir dirigiendo los destinos del país y desarrollando un esquema político y de gobierno que viene teniendo éxito, pero que plantea muchas preguntas.

El modelo chino es una mezcla de seudoeconomía de mercado, pero en la cual el mercado de capitales no opera libremente, sino que es sujeto a intervención por el Estado, el que, a su vez, ejerce una fuerte intromisión en el sistema financiero y hace inyecciones de liquidez a través del banco central, con un sistema político autocrático, regido por los principios del comunismo chino, ajeno a los valores democráticos que rigen en Occidente y a otras sociedades como la democracia parlamentaria japonesa o la presidencialista imperante en Corea del Sur.

China ha modernizado su sistema económico, ha abierto puertas a la inversión extranjera, ha enfatizado las exportaciones, todo entre las limitaciones del modelo político y económico, y ha tenido éxito. Sin embargo, estas contradicciones son difíciles de conciliar, por lo que existe una fuerte tensión entre la función del Estado para la asignación de recursos, frente al limitado papel del mercado por la propiedad estatal de las empresas. De otra parte, el principio de oferta y demanda no funciona libremente, pues el Estado interviene en la oferta con diferentes programas y no prioriza la demanda, generando desbalances y no satisface la calidad de vida de sus ciudadanos.

La denominada economía mixta al modelo chino es una permanente contradicción que afecta la competitividad, pero el sistema ha permitido el desarrollo que ha llevado a China a ser actor del comercio global, y a que el intercambio comercial incluya necesariamente este mercado como comprador y vendedor. El gobierno se ha fijado la meta de ser la primera potencia global a mediados del siglo, mientras que Estados Unidos ha venido cediendo su liderazgo mundial y con su actual posición nacionalista, le deja cada vez más el campo libre.

¿Logrará China ser esa potencia con el modelo híbrido? ¿Será sostenible? ¿Podrá esta mezcla de gobierno autoritario, con derechos ciudadanos limitados, así como restricciones para la participación en la vida política y en la propiedad de los bienes y las empresas, seguir creciendo y responder a los retos de la competencia internacional, ajustándose a estándares y reglas de juego reconocidas por la mayoría de las sociedades? ¿Podrá controlar la corrupción desbordada con medidas represivas, pero sin un sistema político y de gobierno transparente?

¿Qué implicaciones puede tener esto en las economías de Occidente y el estilo de gobierno de estos países, si el líder natural de la filosofía de mercado y del respeto por la propiedad privada le cede el camino a un rival con valores opuestos? ¿Reaccionará Estados Unidos y logrará mantener un equilibrio entre potencias que se respetan y respetan a sus aliados? ¿Surgirá un nuevo modelo de desarrollo que se acerque al chino, en el que haya prácticas de mercado abierto y competido, pero bajo regímenes autoritarios con libertades restringidas y sin garantías de los derechos ciudadanos, alejándose de los principios fundamentales de las democracias, que no habremos sabido defender de sus propias falencias?

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