“La economía es una rama de la sicología”. Si no lo hubiera dicho Charles De Gaulle, seguramente la frase hubiera pasado como una necedad, pero como se trata del presidente francés (1958-1969), quién se concentró en darle protagonismo internacional a la Francia grande de la historia y que todavía tiene vigencia en la Quinta República, la máxima no puede olvidarse. Y a decir verdad, sin entrar en mucho análisis, De Gaulle tenía razón.
Una reafirmación sencilla. Varios sicólogos se han ganado el premio nobel de economía, como Daniel Kahneman, quien en el 2002 obtuvo el galardón porque integró la sicología a la economía, especialmente en la relación del juicio humano a la toma de decisiones en momentos de incertidumbre. También Richard Thaler, profesor de la Universidad de Chicago, que escribió con un jurista un libro que buscaba la maximización de las decisiones financieras en temas relacionados con la felicidad, la salud y el dinero.
Evidentemente, esos ejemplos no les gusta a los economistas, quienes han criticado las decisiones de la academia sueca.
¿Y esto a qué viene? A que hay que aceptar que cualquier decisión económica, en sentido amplio, tiene que ver con el comportamiento humano y con el estado de ánimo de las personas en todo escenario de la vida real: los empresarios grandes y pequeños, los trabajadores, las amas de casa, los padres de familia y los agricultores, entre otros. Todos ellos actúan en función de las expectativas, que son un instrumento poderoso para determinar el comportamiento y mover las decisiones. Por eso, no es cierto que la gente importante y menos importante toma decisiones con base en la información completa o siguen modelos matemáticos para garantizar el cero error. No señores: las personas se adueñan de creencias ciertas o no ciertas para seguir un rumbo determinado. Así de simple.
Todo lo anterior para decir que nuestro país está viviendo un momento de euforia desde que Iván Duque ganó la presidencia y que se ha hecho más evidente en los pocos días que lleva en la Casa de Nariño, porque ha dado señales claras que sintonizan al mandatario con la gente, comenzando por la capacidad de trabajo, cualidad que les gusta a los colombianos, así necesariamente no seamos los mejores trabajadores. La cercanía del mandatario con la gente del común, sin mayores protocolos, transparente y sencilla, es un activo intangible al que se le da un gran valor.
La juventud del mandatario, que para muchos era un pasivo o un riesgo alto, ha quedado superada con las demostraciones de carácter y madurez en la toma de las primeras decisiones. Un gabinete de gente conocedora de los temas y alejado de los directorios políticos, la independencia y respeto por la separación de los poderes públicos, como se acaba de dar con la elección del Contralor General, y una agenda seria de temas en tiempo récord, han despertado entre los colombianos un gran optimismo y esperanza de que las cosas irán por buen camino.
El mejoramiento del clima de los negocios es una muestra fehaciente de que la sicología económica está presente. Es un ejercicio colectivo. A Duque le tiene que ir bien porque la mayoría del país quiere que sea así para el bien de Colombia, un pacto entre todos. Se demuestra en cada acto público en el que está nuestro joven presidente que emociona y hace volver a tener fe en Colombia.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
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