Conocidos los resultados del crecimiento de la economía en el 2017, (1,8 por ciento), la tasa más baja de lo que va en esta década, parece evidente que el modelo económico del país está en problemas, pues no se nota que haya sectores que puedan empujar la economía hacia la recuperación. Por el contrario, hay estancamiento, con excepción de la agricultura, la cual se requiere una evaluación especial. En este caso, lo ocurrido en el 2017, cuando hubo un aumento significativo, está ligado a lo que pasó en el 2016 con los precios de los alimentos, que impactaron la inflación y llevaron a un repunte en las siembras.
Ahora, normalizada la situación del costo de vida, no se espera que el PIB agropecuario mantenga ese comportamiento favorable. Solo un alza en los precios internacionales del café puede ayudar a un incremento de la cosecha e impactar el producto sectorial. Para este 2018 no se prevé un cambio importante en el comportamiento de la economía, más bien se mantendrá el letargo, afectado por un clima electoral poco claro, de acuerdo con las encuestas, en el que cualquier cosa puede pasar, incluyendo la reacción de gran parte de los colombianos aburridos por el mal comportamiento de nuestra clase política, la corrupción y las malas prácticas en el manejo de los recursos del Estado, la insensatez y brutalidad de la guerrilla, que no llegado a un acuerdo, y la laxitud con quienes sí lo hicieron. Sin duda, la ‘ira’ de la gente con la situación puede ser aprovechada por ideas extremas que no le reportan beneficio alguno a nuestro país. Un candidato lo dice acertadamente: “el populismo es pan para hoy y hambre para mañana”. En esto debe haber conciencia absoluta.
Es de esperar que la dinámica en la construcción de infraestructura se mantenga, muy importante para ganar competitividad, pero que se notará más allá del corto plazo, pues las obras no se hacen de un día para otro y deben pasar por filtros dispendiosos, algunas veces exagerados.
En este panorama, hay casos especiales. La industria manufacturera requiere una mención especial, pues lleva varios años de caída en la mayoría de renglones, excluyendo a la refinería de petróleo, que empujó en el 2016 con la entrada de Reficar, pero que ya volvió a su cauce negativo. Y es ahí donde se evidencia la necesidad incuestionable de entrar en un proceso de reinvención, que se acomode a las tendencias modernas globales, y el país se dé cuenta que no puede mantener la opción de seguir montado sobre los mismos productos y actividades del pasado, en particular en lo que tiene que ver con el comercio de exportación. La transformación productiva es una obligación.
Claro que se necesita ordenar las finanzas públicas, atacar el gasto ineficiente y recuperar programas sociales que ayuden a mejorar las condiciones de los más pobres, pero que tienen que ir más allá de la perpetuidad de la asistencia como esquema social. Hay que buscar que la gente tenga oportunidades de progreso y crecimiento. En otras palabras, aumentar la riqueza para distribuirla.
Sin duda, Colombia ofrece oportunidades en muchos sectores que se deben explorar. Hablamos mucho de turismo, de educación, de emprendimiento e innovación y de agroindustria, pero no hacemos mayor cosa. Los candidatos deben centrar la atención en estos temas. Bajarle a lo macro y subirle a lo micro.