“Los costos laborales implican una afectación dentro de cualquier presupuesto, pero es algo necesario para que la sociedad tenga una ayuda y una tranquilidad de unas familias. Todos los empresarios debemos ayudar en esto. Más que un costo lo veo como una contribución”.
Lo anterior lo dijo Mario Huertas, uno de los empresarios que más le apuesta a la modernización de país a través de la construcción de vías, y que en determinado momento tiene más de 12.000 colaboradores. Su respuesta fue dada luego de la afirmación de Anif, que insiste en que los costos laborales siguen siendo muy altos en Colombia. Y así como Huertas piensan muchos empresarios del país, para quienes su trabajo va mucho más allá que mostrar balances cada vez más ‘gordos’ y creen que las empresas son ante todo familias, en las que con el trabajo se benefician todos sus integrantes, y los dueños, gerentes y empleados tienen los mismos objetivos y necesidades. Lo contrario es anacrónico, solo trae rivalidades y se pierde el sentido de hacer las cosas bien. Durante muchos años se mantuvo esa división que acabó con muchas compañías.
No hay que sentirse apenados con que las empresas ganen dinero, pues ese es su objetivo principal, y si lo tienen generan empleo. No es al contrario, tampoco hay que hacer populismo con esto, y no es ético hacerlo por la vía de tratar mal a los empleados y trabajadores. La realidad es que las compañías modernas logran un nivel de motivación y compromiso de su talento humano a través del pago de salarios, que les permitan llevar una vida decente al trabajador y sus familias. Es así como se eleva la productividad, y con seguridad los balances son mejores. Existen pocas alegrías tan gratas como la de saber que a la par con la empresa, progresan los trabajadores y su núcleo familiar.
Es muy probable que esas ideas simples no estén incluidas en los manuales y modelos sofisticados que usan nuestros tecnócrata criollos, pero no tienen discusión y la evidencia global es contundente. Y, además, es un asunto ético y moral, en un país como el nuestro en el que se tienen tantas necesidades y la pobreza alcanza a más de 13 millones de personas. No se puede seguir pensando o proponiendo ajustes asimétricos que afectan al ciudadano de la calle para solucionar los problemas macroeconómicos.
La responsabilidad social empresarial es un tema muy ‘cacareado’ hoy; sin embargo, es usado más como una estrategia de mercadeo y promoción. Hay organizaciones que gastan mucho dinero publicitando su aporte social a través de pequeñas ayudas a sectores vulnerables, lo cual es loable, pero al interior de la compañía no tienen ese mismo sentido con los trabajadores e irrespetan las normas laborales mínimas en asuntos como horarios, derechos de las madres lactantes o trabajo infantil, por ejemplo.
Lo mismo se puede aplicar al tema de los impuestos y contribuciones. Las empresas y trabajadores colombianos han pagado sagradamente sus aportes a salud y pensiones durante muchos años, sin recibir a cambio la compensación correspondiente. No puede ser que no pase nada con la irresponsabilidad en el manejo de los recursos que se entregan para que los administren otros, ya sean públicos o privados.
Por eso es que tiene sentido pensar que la convivencia pacífica a la que aspiramos todos los colombianos tiene elementos que trascienden las negociaciones en La Habana, y que si no se remueven será imposible alcanzar ese objetivo.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
mariohernandez@mariohernandez.com
columnista
La verdadera y real paz en Colombia
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Mario Hernández Zambrano
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