No cabe duda de la seriedad con la que el presidente Iván Duque ha manejado el tema de su equipo de gabinete ministerial, mostrando no solo una gran independencia frente a los directorios de los partidos, asunto extraño en nuestra cultura política, sino en la calidad de cada uno de los designados para manejar los asuntos de Estado, ajustando el perfil a los requerimientos de cada uno de los sectores por los que responderán. Creo que en esto se ha dado un gran avance, que con seguridad solo podía hacerlo un mandatario con tan pocos compromisos y deudas adquiridas previamente para llegar a dirigir los destinos de la nación.
Un hecho simple comprueba lo anterior. Por primera vez en mucho tiempo, la designación de los ministros no está acompañada de la referencia al grupo político al que pertenece, sino a sus logros en distintas actividades profesionales, académicas o empresariales. Tampoco es evidente la participación de la mayoría de ellos en la actividad política o electoral.
El primer mandatario ha dicho que quiere que los ministros estén en el cargo durante todo el gobierno, lo cual no es fácil y seguramente no podrá lograrlo en algunos casos, pero lo importante es el propósito y la intención, con lo cual se advierte una necesaria y conveniente continuidad en los programas y planes de cada área de gobierno. También en la campaña fue enfático en decir que la mitad del gabinete estaría conformado por mujeres, que tendría una amplia participación de las regiones y con caras nuevas y jóvenes. Y a decir verdad, ha logrado ese difícil equilibrio entre técnica, experiencia y juventud.
Destacando todo lo anterior, hay que advertir que aunque importante no es suficiente para lograr el éxito de la gestión que todos los colombianos esperan. Y los ministros deben tener una gran conciencia al respecto, en particular en algunas áreas, exceptuando quizá tres nombres: Interior, Relaciones Exteriores y Hacienda, pues los tres tienen una gran experiencia concreta en los encargos. En Hacienda, por ejemplo, el Ministro ya ha ocupado esa cartera, lo cual le da un gran conocimiento de los asuntos que ahora deberá manejar.
En otras áreas, en especial aquellas que ocupan dirigentes gremiales, el reto es muy grande, en el entendido que vienen de oficios en los que la ejecución no es propiamente su característica, sino el discurso y los planteamientos conceptuales hacia las políticas de Estado. Ese ya no será su trabajo, sino que deberán pasar rápidamente de la importante planeación a la ejecución, una de las falencias más evidentes en la acción de gobierno. Muchos de los asuntos han sido diagnosticados lo suficiente, y cuatro años solo dan para hacer las cosas y bajarle el tono a la discusión y formalización de ideas, tan propias de la actividad gremialista. Agricultura, industria, comercio, turismo, infraestructura, vivienda, justicia y salud, son casos concretos en este sentido.
La formulación del plan de desarrollo y el manejo del presupuesto del 2019 son dos puntos que ‘medirán el aceite’ al gobierno de Duque en el corto plazo, en el entendido que dada la coyuntura política, no es mucho el margen de maniobra que tendrá la administración en el corto plazo. Y ambos asuntos pasan por el Congreso, con el que las relaciones merecen un análisis particular.