Entre los argumentos que han esgrimido los enemigos de la reforma tributaria, hay uno que ha empezado a tomar fuerza recientemente. Bastó con que se conociera el crecimiento del PIB en el tercer trimestre, un precario 1,2 por ciento, para que cobrara impulso este planteamiento: con la economía en un estado frágil, la reforma acabaría de profundizar las fuerzas recesivas.
La idea luce razonable a primera vista. Aunque no sabemos qué terminará aprobando el Congreso, es razonable pensar que la reforma afectaría el ritmo de crecimiento económico. Si se aprobara el proyecto presentado por el gobierno, se afectaría el consumo y el crecimiento por los mayores impuestos directos a las personas naturales, y el aumento del IVA. Pero incluso si los congresistas se ponen creativos y aprueban unas medidas distintas, el hecho de que se termine recaudando entre 1,5 y 2 puntos porcentuales del PIB derivaría en una reducción de la demanda agregada y el ritmo de actividad.
Hasta ahí todo está claro: en un contexto de bajo crecimiento, la fijación de nuevos tributos profundiza la desaceleración. Sin embargo, esa visión soslaya un problema más serio: lo que pasaría si no se hace la reforma. Aunque para los analistas económicos está claro que ese escenario afectaría mucho más el crecimiento, mucha gente se hace la de las gafas e ignora el problema, incluidos algunos congresistas que están dedicados a lanzar consignas populistas.
Desde hace varios meses sabemos que si no se hace la reforma, las agencias evaluadoras de riesgo bajarían su calificación al país. Eso encarecería la financiación internacional, justo en momentos en que estamos tratando de superar el mayor déficit externo de este siglo, lo que se traduciría en un importante aumento del precio del dólar.
Tras esa depreciación, los precios de los productos transables (los importables y los exportables) aumentarían, propiciando así una mayor inflación. Ante un recrudecimiento del aumento de los precios, el Banco de la República no tendría otra alternativa que volver a elevar las tasas de interés para atajar un poco el dólar y atacar las presiones inflacionarias. Esa situación podría derivar fácilmente en una recesión.
Como no faltará quien diga que se trata de una exageración, veamos que nos dice la historia reciente. A finales de la década de los años noventa, la economía colombiana sufrió una situación similar, inducida por la salida de capitales generada por la crisis financiera internacional. La depreciación y el consecuente aumento de las tasas de interés fue de tal magnitud, que no solo derivó en una severa crisis hipotecaria y bancaria, sino que además redundó en una contracción del PIB colombiano de 4,4 por ciento en 1999 y una elevación del desempleo a niveles superiores al 20 por ciento, lo que dejo a más de la mitad de los colombianos bajo la línea de pobreza.
Así de devastadoras son las salidas masivas de capitales como la que se podría dar si no se pasa la reforma tributaria. No hace falta Pambelé para concluir que si bien pasar la reforma tributaria afectaría el crecimiento, mucho más lo haría el no pasarla.
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo
columnista
¿Revivamos nuestra historia?
No hace falta Pambelé para concluir que si bien pasar la reforma tributaria afectaría el crecimiento, mucho más lo haría el no pasarla.
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