“No juguemos con nuestras empresas y con nuestra economía”. Quien hace esta prudente reflexión es la ministra de Comercio, Industria y Turismo, María Lorena Gutiérrez. ¿Cómo no estar de acuerdo con este llamado a tomarnos los temas económicos con seriedad?
El problema es que, de todos los gobiernos del mundo, salvo el de Venezuela, ningún otro ha utilizado, de forma más descarada, la economía para sus propósitos políticos que el colombiano. Ahora, sin prestigio ni margen de maniobra, el gobierno, que tanto daño le ha hecho a la economía nacional, pide prudencia.
Tal vez olvida el gobierno que durante años ha mantenido a los empresarios bajo la férula de la amenaza de castigarlos si no apoyaban la paz y las reformas tributarias. Se presionó para que figuras cercanas y dóciles al Palacio de Nariño estuvieran a la cabeza de los gremios más significativos. Se los citaba para que aplaudieran todas las locuras de La Habana y demostraran que eran capaces de tragarse todos los sapos. La falta de carácter de la mayoría y el justificado temor a las represalias fueron suficientes para que se mantuviese el silencio cómplice con todo el proceso de desinstitucionalización. A los que no cedieron a la voluntad del gobierno como Fenalco, Fedegan o Fedepalma, los condenaron al ostracismo y los persiguieron desde los ministerios de tutela. El Presidente no volvió a sus eventos y los descalificó en sus pronunciamientos públicos.
Ahora, tarde y con timidez, el Consejo Gremial muestra alguna preocupación por las posibles implicaciones de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la posibilidad de la expropiación sin indemnización, el costo fiscal de los acuerdos y los pobrísimos resultados de la economía. Parece ser que se dieron cuenta que la JEP también los cobija a ellos, que las concesiones a las Farc las pagarán las empresas y los ciudadanos productivos con sus impuestos, y que el desorden institucional espanta la inversión extranjera.
Cuando el pesimismo y las cifras confirman que no hay crecimiento real, que el consumo está deprimido y los expertos internacionales están preocupados por la sostenibilidad de la economía, los principales voceros de los empresarios deciden que es el momento de hacer algo. ¡Ya era hora!
No jugar con la economía consiste en no subir los impuestos hasta asfixiar la rentabilidad. También es cuidar los recursos públicos para que no se dilapiden en mermelada y corrupción. Ser serios con la economía es no nombrar funcionarios venales y politiqueros en cargos importantes. Ser responsables con la economía es no negociar apoyos financieros para las campañas electorales a cambio de favorecimientos como en el caso de Odebrecht. Ser serios con la economía es no permitir derroches como el de Reficar, Medimás, Bioenergy (el Reficar de los Llanos), las regalías, el cartel de las ONG de la paz, las partidas a los cientos de ‘ñoños’ de la Unidad Nacional, los monumentales presupuestos de publicidad oficial y las pomposas comitivas en los frecuentes viajes internacionales.
Estamos de acuerdo con la Ministra: ser serios con los sectores productivos es lo que hemos estado esperando durante los últimos siete años y medio.
Coletilla: si como lo afirmaba el presidente Santos, el narcotráfico es el combustible de la guerra en Colombia, con 250 mil hectáreas sembradas en hoja de coca estamos tanqueados a full.