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Miguel Gómez Martínez
columnista

Democracia ‘soft’ vs. populismo ‘hard’

Colombia enfrentaría un escenario político de esta naturaleza. El ‘régimen’, como lo denominaba Álvaro Gómez, tiene su espejo en el actual gobierno.

Miguel Gómez Martínez
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Miguel Gómez Martínez

El discurso de posesión de Donald Trump es un claro reflejo de la crisis del sistema democrático. El eje del mensaje del nuevo mandatario es que hay que recuperar el gobierno, que ha sido secuestrado por los políticos profesionales. El pueblo, que Trump se precia en representar, está cansado de los intereses particulares que han capturado el poder en Washington.

¿Cuáles son esos ‘intereses particulares’ que están asfixiando a la democracia estadounidense? Claro está que son los grandes grupos económicos que, apoyados por poderosos esquemas de cabildeo, controlan la agenda legislativa e inspiran la política del Ejecutivo. Pero también son los sindicatos que utilizan las mismas armas que los empresarios. Y está la nebulosa de las ONG, que tienen agendas propias que quieren imponer al conjunto de la sociedad. Son los ecologistas patológicos más preocupados por los reinos animal y vegetal que por el hombre.

Están las voces estridentes que reclaman derechos para los homosexuales, las mujeres, las minorías étnicas, culturales o religiosas. Y todos los que quieren que un tema particular entre en la agenda pública como los animalistas, los enemigos de los transgénicos, los antibióticos o de la energía nuclear, por no mencionar sino algunos de los infinitos colectivos que actúan políticamente. Obama representaba esa democracia soft, que navega en medio de todos esos intereses contradictorios buscando los mínimos consensos y sobre todo evitar que se generen tensiones mayores.

El ciudadano común, aquel que trabaja e intenta salir adelante en su vida, siente que los políticos no lo representan, pues prefieren escuchar las voces de esas minorías organizadas que logran hacerse oír, mientras las necesidades de los demás pasan a lugares secundarios de la acción estatal.

Trump quiere ser el héroe de estos ciudadanos que se sienten excluidos del sistema, a pesar de ser una inmensa mayoría. Es el populismo hard, con un lenguaje abiertamente reivindicativo, que habla fuerte, ya que ha estado muchos años callado detrás de las voces minoritarias mejor organizadas y beligerantes. Entender esta realidad es indispensable para descifrar el nuevo equilibrio de poder en Washington.

Irónico resulta, que Trump, que forma parte de la casta de empresarios más depredadores, que se precia de su riqueza y la brutalidad de los medios que emplea, represente hoy a los obreros sin empleo, los agricultores, la clase media tradicional y a las zonas rurales que se consideran sin mayor importancia política. Donald Trump, el sediento de publicidad, hombre de escándalos, quiebras, matrimonios, representa a quienes poco y nada tienen en común con él.

El problema mayor es que a lo largo y ancho del planeta, florecen partidarios del populismo hard, que aprovechan el desprestigio de las democracias soft, controladas por unas élites que se creen mejores que el ciudadano promedio, mientras aprovechan los círculos de influencia corruptos para hacer negocios. Francia, España, Italia, Gran Bretaña y otras naciones avanzadas tienen personajes que operan en el mismo registro político de Trump. Ello, sin desconocer el papel que juega el presidente ruso Vladimir Putin, símbolo de este nuevo modelo de liderazgo.

Colombia podría enfrentar un escenario político de esta naturaleza. El ‘régimen’, como lo denominaba Álvaro Gómez, tiene su mejor definición en el actual gobierno. La fatiga de los colombianos con ese tinglado de intereses también está llegando a su límite.

Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com

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