El concepto de responsabilidad social corporativa (RSC) ha evolucionado a uno de mayor trascendencia, denominado ‘valor compartido’. Así lo plantean Michael Porter y Mark Kramer, para quienes “el valor compartido no es responsabilidad social, filantropía o sostenibilidad, sino una nueva forma para que las empresas logren el éxito económico”. Mientras que la filantropía y la RSC concentran sus esfuerzos en ‘devolver’ o minimizar el impacto que las empresas tienen en la sociedad, el valor compartido enfoca a los líderes de las compañías en maximizar el valor competitivo en su cadena de valor, resolviendo problemas sociales en nuevos clientes y mercados.
Cada vez más compañías están construyendo y reconstruyendo modelos comerciales en torno al bien social, lo que los diferencia de la competencia y aumenta su éxito. Con ayuda de las ONG, el gobierno y otros actores, estas tienen el poder de hacer un cambio real.
Con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, el sector empresarial está convocado a acompañar a los Estados a generar impactos positivos. También se busca que sean actores relevantes en la agenda de desarrollo sostenible de los próximos años, contando con el apoyo de organizaciones sociales que ya tienen sus ojos puestos en esa meta.
Conozco varias empresas que han vivido en carne propia esta evolución, y es de admirar cómo grandes corporaciones están en un proceso de reinvención permanente con el ánimo de generar impactos positivos en los lugares donde operan. Destaco, por ejemplo, la experiencia que he vivido de cerca con Coca-Cola Femsa. Esta organización, a través de su línea de sostenibilidad, ha logrado, por más de dos años, impactar a más de 700 jóvenes de las comunidades de influencia de sus plantas de operación por medio del programa de intervención social de Vive Bailando, respondiendo a sus tres objetivos: promover estilos de vida activos y saludables, consolidar un relacionamiento exitoso entre las plantas y las comunidades, y construir las bases de un tejido social en un marco de paz.
Desde el 2016 los programas implementados de Vive Bailando con Coca-Cola Femsa han cumplido con su estrategia corporativa, logrando transformar positivamente a jóvenes entre los 12 y 22 años, de municipios como Cali, Barranquilla, Tocancipá y la localidad de Fontibón en Bogotá. Además, en estos programas se han involucrado a más de 25 familiares de personas en proceso de reintegración en alianza con la Agencia para la Reincorporación y la Normalización con el fin de brindar herramientas para que asuman una vida responsable y se motiven a ser agentes de cambio de la sociedad. A través de este programa no solo bailan, sino que también se estructuran procesos formativos que permanecen en el tiempo, fortalecen el tejido social y responden a las necesidades socioculturales de su comunidad de influencia.
Seguramente, falta mucho por recorrer y el camino es largo, pero al menos ya nos hemos trazado una ruta que conduce a las empresas a que pasen a un próximo nivel con estrategias enfocadas en su valor compartido, ya sea a través de reconocimiento de productos y mercados, redefinición de la productividad en la cadena de valor, o, por medio de habilitación en el desarrollo de clúster locales.
Con soluciones sostenibles lograremos una sociedad más equitativa que beneficiará social y económicamente al sector privado y contribuirá al óptimo desarrollo de las comunidades.
Clemencia Vargas
Directora Ejecutiva de Vive Bailando