Las asambleas de accionistas tendrán pronto la tarea de elegir la junta directiva en sus empresas. Esa relevante labor hace interesante revisar algunos criterios para acertar en tal decisión, compatibles con visiones académicas y teóricas del gobierno corporativo, pero traducidos a la práctica desde la experiencia de quienes ejercemos tales cargos en las organizaciones.
Algunos estudiosos del gobierno corporativo sintetizan las responsabilidades de la junta en dos aspectos: aconsejar y controlar. Para cumplirlas, un miembro debe tener competencias y características personales y profesionales.
A nivel personal, requiere contar con una impecable reputación y un elevado sentido ético. Ese órgano de gobierno es vital, en términos de legitimidad y reputación, para la empresa, frente a las partes interesadas que la rodean y componen. Por elemental que parezca, ese requisito no debe ser ignorado. Igualmente, necesita carácter, acompañado de habilidades relacionales como condición para el ejercicio de la independencia y la defensa de los intereses de la empresa por encima de los particulares de algún accionista, miembro de junta o de la administración ejecutiva.
El miembro de junta requiere competencias para comunicarse; esto es expresarse y escuchar, y habilidades en negociación, acompañadas del alto nivel de inteligencia emocional, que demanda conservar la lucidez en medio de la presión y el conflicto, de la disposición a trabajar en equipos heterogéneos, y del interés por aprender y conocer del negocio. Muchas virtudes son deseables más allá de las mencionadas, pero, si fuera necesario priorizarlas, las mejores prácticas nos dirían que las estas son primordiales.
En el campo profesional, es deseable que el miembro de junta cuente con experiencia de negocios relevante, incluso administrativa, conjugada con su capacidad de pensamiento estratégico, alguna experticia especializada pertinente y competencias financieras básicas. La diversidad con complementariedad es valiosa en una junta.
No es indispensable ser experto en el negocio particular de la empresa para ser miembro, sin embargo, es de valor que quien llegue al cargo aporte en alguno de los ámbitos estratégicos más críticos para la organización. Las buenas juntas entienden la estrategia y las necesidades de la empresa, y tienen claro el conocimiento, las competencias, la actitud y las relaciones externas que requieren sus miembros para acompañar a la alta gerencia.
La formación académica es valorada en una junta, aunque en los niveles más elevados de dirección, la relevancia de la experiencia y de los logros suele estar por encima de la educación formal. No sorprende que algunas organizaciones prefieran miembros que pertenezcan a otras juntas y que lleven años en ese oficio, el cual se ha convertido casi en una profesión, ya que su actividad en el mundo de los negocios los convierte en un canal vital de comunicación de la empresa con el exterior. Considerar las necesidades vigentes en cuanto a gobierno corporativo es un criterio a tener en cuenta para elegir la junta, y también la naturaleza de la empresa, bien sea listada en bolsa, familiar, un emprendimiento, una adquisición o una reestructuración.
Es frecuente observar que empresas incluyan en sus juntas a personas de amplia trayectoria y reputación corporativa, a ejecutivos de reconocidas organizaciones, a prestigiosos académicos o funcionarios retirados de importantes cargos públicos. Además del valioso aporte que pueden hacer, esos miembros llegan con la intención de fortalecer la reputación de la compañía, de robustecer su gobierno, de mejorar sus relaciones externas, y de darle confianza a determinados grupos de interés.
Una buena junta directiva es un verdadero generador de valor tangible para las empresas, por eso su escogencia es una tarea que requiere de análisis e intencionalidad por parte de los accionistas.
Carlos Téllez
Consultor empresarial
ctellez@bexco.co
columnista
Competencias indispensables
Una buena junta directiva genera valor tangible para las organizaciones, por eso la elección de sus miembros es una tarea que requiere de análisis.
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