Mucho se habló durante la campaña presidencial, incluyendo al ahora presidente Duque, de la importancia, no solo de consolidar la recuperación económica, sino de acelerar el crecimiento del país. Para lograr este último objetivo es esencial superar el escaso avance, incluso la tendencia a la reducción en la productividad experimentada por Colombia en las últimas décadas.
La diversificación hacia actividades con mayores contenidos de conocimiento es parte esencial de una estrategia de aumento en la productividad. El fracaso en lograr esta diversificación tiende a generar lo que en la literatura económica se denomina la ‘trampa de renta media’, es decir, un estancamiento en los niveles intermedios de ingreso, un fenómeno en el cual América Latina es uno de los mejores ejemplos.
La investigación y el desarrollo, y las actividades más amplias de innovación son claves en un proceso exitoso de diversificación. En ambos casos, la teoría económica reconoce la importancia de contar con políticas públicas muy activas, debido a la incapacidad del innovador individual (empresa, grupo de investigadores o persona) de captar todos los beneficios de sus acciones, lo cual indica que las innovaciones tienen efectos de alcance social.
En muchos de los debates sobre crecimiento económico en el país, el tema de la innovación ha ocupado un papel central, pero no así los de investigación y desarrollo y el sistema de ciencia y tecnología, que constituyen sus verdaderos cimientos. Me sorprendió, en particular, que estos temas estuvieran ausentes en el documento sobre la recuperación económica presentado por el Consejo Gremial al presidente Duque.
La inversión en investigación y desarrollo que realiza el país es vergonzosamente baja, tal como lo constatan tanto los informes del Banco Mundial y la Unesco como los que realiza el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología. Según el dato más reciente que proporciona el primero de estos organismos, Colombia invierte en este campo apenas un 0,24 por ciento del Producto Interno Bruto, una proporción incluso inferior a los recursos que se asignaron en 1996 y 1997, cuando alcanzaron un pico, entonces bajo.
Las comparaciones internacionales que nos proporcionan todos estos organismos son, además, deplorables. Colombia apenas invierte una décima parte del promedio de los países de la Ocde; menos de una octava parte de lo que invierte China, y una séptima parte de lo que invierten en promedio países de renta media alta a los cuales pertenecemos. Y nos encontramos no solo por debajo de Brasil, el líder latinoamericano en este campo, sino también de otros de la región (Argentina, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, México y Uruguay).
Coincido, por lo tanto, con el diagnóstico del ‘Manifiesto de la ciencia’, que surgió de la reunión que realizaron en Paipa, a comienzos del año, varias academias científicas: “Carecemos de un verdadero sistema y de una política nacional de ciencia, tecnología e innovación que incluya a todos los actores y establezca mecanismos entre la política educativa, la industrial, y la de ciencia y tecnología”.
La tarea realizada durante las dos administraciones Santos en este campo fue limitada, al igual que la de gobiernos anteriores. En años recientes, las más positivas fueron la recuperación de nuestro principal centro de investigación agropecuario, Agrosavia (antes Corpoica), y los avances en acceso a tecnologías de información y comunicaciones.
La asignación de una décima parte de los recursos de regalías fue también un paso positivo, pero deficiente la forma como se asignaron dichos recursos, un tema que ojalá se corrija con las normas que se han introducido recientemente para superar estos problemas. El presupuesto de Colciencias ha sido muy bajo, incluso decreciente en varios años, y se asigna en una altísima proporción a becas más que a investigación. Por lo demás, la excesiva rotación en la dirección de Colciencias ha sido un síntoma de los problemas que ha enfrentado el organismo.
Una tendencia positiva ha sido el aumento de publicaciones de autores vinculados a instituciones colombianas en revistas indexadas. En contraste, resalta el deplorable desempeño del país en materia propiedad intelectual, en particular el número irrisorio de patentes a nacionales a través del Tratado de Cooperación de Patentes, aunque con un avance en las concedidas por la vía nacional.
Es necesario que el fortalecimiento del sistema de ciencia y tecnología y la asignación de recursos crecientes a la investigación pasen a ocupar un papel predominante en la administración Duque. Celebro el anuncio del Presidente de que duplicará los recursos en este campo. El objetivo debe ser alcanzar lo más pronto posible un 1 por ciento del PIB. Ello debe estar acompañado por el papel protagónico que debe jugar Colciencias como coordinador del sistema y de la creación de un verdadero Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de alto nivel y de carácter plural, que sea la máxima autoridad del sistema.
Esto exige fortalecer la actividad de investigación en todo el sistema universitario, incluyendo las universidades regionales, y de entidades independientes de investigación. Requiere que la formación científica sea central en el sistema educativo desde sus primeros niveles y que se cree una verdadera red de museos de la ciencia. Y demanda, por último, pero no menos importante, que el sector productivo coloque este tema en lo más alto de sus prioridades.
José Antonio Ocampo
Codirector del Banco de la República.