Si las incentivamos, la tecnología y la innovación tienen el potencial de poner a andar el modelo alternativo de desarrollo que el país necesita. Ha llegado el momento de tomarnos en serio la fuerza que tienen la tecnología y la innovación para ser la alternativa de desarrollo que el país necesita. Mientras a nivel global, las estructuras productivas están en proceso de rápida transformación, debido al efecto disruptivo de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, en Colombia seguimos cruzados de brazos, insistiendo en un modelo demasiado dependiente de los ciclos alcistas de los commodities, que ha desincentivado la modernización de nuestra industria y que ha sido incapaz de ofrecer salidas a problemáticas como la informalidad y el desempleo juvenil.
A diferencia de lo que sucede en los países que están a la vanguardia del desarrollo tecnológico, en los que hace décadas se vienen dando incentivos a la producción de tecnología, en el país ingenuamente creemos que el salto tecnológico se dará espontáneamente, sin implementar políticas gubernamentales que hagan atractiva la inversión en industria de alta tecnología. La pasada reforma tributaria, por ejemplo, fue una oportunidad única para haber puesto en marcha nuevos estímulos a la innovación y al desarrollo tecnológico en el territorio nacional; el Gobierno, no obstante, priorizó sus necesidades de recaudo y no quiso abrir el debate.
La decisión, en cambio, fue introducir ligeras modificaciones a beneficios tributarios para proyectos de ciencia, tecnología e innovación que actualmente existen, pero que, por su complejidad y requisitos, vienen siendo subutilizados en su mayoría por un puñado de grandes empresas de sectores como el de la minería, el energético y el de servicios (Conpes 3834 de 2015). Esta es una realidad desafortunada en un país que lo que precisamente necesita es promover ramos económicos distintos, como lo vienen haciendo competidores regionales como México, Costa Rica y Chile.
Hoy, nadie discute que la construcción ha sido uno de los principales impulsores del crecimiento del país y que ha sido clave para la generación de empleo. Lo que pocos se detienen a analizar es que el dinamismo del sector, depende principalmente de beneficios en materia del impuesto de renta para la construcción de vivienda de interés social y de subsidios a la demanda en materia de crédito hipotecario. El Gobierno ha optado acertadamente por dar estos estímulos al sector, a cambio de los beneficios que le reporta su crecimiento en términos de empleo y de las externalidades positivas que implica tener oferta de vivienda asequible para los colombianos más humildes.
La pregunta obligada es: ¿qué estamos esperando para tratar de hacer algo similar en materia de innovación y tecnología? Ad portas de la llamada cuarta revolución industrial, no quedar rezagados económicamente dependerá de que le apostemos desde ya a fomentar el desarrollo tecnológico y la innovación. La industria de tecnología en el país tiene un desarrollo precario y, en ese sentido, no debemos evaluar la conveniencia de los incentivos tributarios que el sector necesita para prosperar desde la óptica de un recaudo potencial dejado de percibir.
Enfoquémonos en lo que una industria que hoy no existe tiene por darnos en cuanto a empleo de calidad y modernización productiva. Ya hablamos del sector de la construcción, pero otro precedente importante es el de rentas exentas para la hotelería, después de casi 15 años de vigencia de este beneficio tributario, se han construido más de 32 mil habitaciones nuevas en el país, reportando inversiones por más de 3 billones de pesos y creando miles de puestos de trabajo.
Replicando estos casos exitosos, deberíamos apostar por la implementación de incentivos que generen crecimiento económico en sectores promisorios en lugar de poner énfasis en la ventaja que tienen nuestras exportaciones tradicionales con el actual tipo de cambio. Darle estímulos y señales más claras al sector privado para atraer inversión en tecnología e innovación, sin lugar a dudas, diversificará y le dará valor agregado a la producción nacional. Además, un paquete de estímulos a la producción de tecnología en el país también nos ayudaría a suavizar el impacto que tendrán los avances tecnológicos sobre nuestra oferta y demanda laboral.
Mientras el Observatorio TI del Mintic proyecta que el déficit de profesionales de áreas afines a la tecnología y a la innovación será de 53.042 para el 2018, y crecerá a 266.521 para el 2025; en Colombia parecemos satisfechos con lograr reducir las cifras generales de desempleo y seguimos haciéndole el quite a abordar aspectos más complejos como conectar la formación profesional que le damos a nuestros jóvenes con las tendencias tecnológicas globales y con las competencias que el mundo del trabajo hoy exige.
Al respecto, condicionar los incentivos tributarios para la tecnología y la innovación a la generación de empleo formal, bien remunerado y para jóvenes formados en disciplinas afines a la tecnología y la innovación, permitiría acelerar la adaptación del país a los nuevos desafíos que están por venir y ayudaría a resolver tareas pendientes como la de darle mejores oportunidades a nuestros jóvenes.
La demanda laboral dinámica que Colombia necesita para alcanzar el pleno empleo y para solucionar problemas complejos como el del desempleo juvenil no provendrá de la recuperación de los precios del petróleo o de fomentar exportaciones tradicionales. En el país urge una transformación estructural en la que se promueva el desarrollo tecnológico y la innovación; estamos en mora de crear un paquete de estímulos a la producción tecnológica para atraer más inversión y emprendimiento en el sector.
Mientras Colombia no tenga una industria tecnológica propia y pujante, nuestra sociedad seguirá condenada a un apartheid tecnológico en el que otros serán los que le darán valor agregado a la producción nacional.
Omar Rangel
Comité de exalumnos del London School of Economics en Colombia
¿Qué estamos esperando?
Mientras Colombia no tenga una industria tecnológica propia y pujante, nuestra sociedad seguirá condenada a un apartheid tecnológico.
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