Aunque invertimos un porcentaje significativo de nuestro PIB en educación, los rezagos de América Latina y el Caribe en capacidades para resolver problemas, para el pensamiento abstracto y creativo y en habilidades sociales, son bien preocupantes. Esta es la razón bajo la cual se desarrolló el trabajo insignia 2017 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Aprender Mejor, Políticas Públicas para el Desarrollo de Habilidades.
En el analiza cómo son las habilidades en nuestra región y cómo incentivarlas. Apoyado en la evidencia como el gran pilar de las buenas políticas públicas, se ocupa de las habilidades generales que deben ser comunes a todas las personas y formaciones. Nos referimos a las habilidades socioemocionales, cognitivas y académicas. Proponiendo para cada una de ellas, el análisis de las mejores prácticas en cada uno de los estadios de evolución de las personas desde la primera infancia hasta la adultez. El aprendizaje para toda la vida, como una condición creciente para la inclusión en las sociedades contemporáneas.
Una tesis central del estudio es que el dinero no es el principal problema para avanzar ante estos retos. Más prioritario es gastar los recursos con un enfoque de costo- efectividad y de incentivos. Y recorriendo múltiples experiencias invitan a mirar ejemplos priorizados en función de estas variables, en cada ciclo vital.
La evidencia muestra que, para la primera infancia, los programas de crianza son bastante efectivos y poco utilizados. Este tipo de estrategias ayuda a los padres a adoptar prácticas que promueven el desarrollo infantil, entendiendo que es la familia el contexto clave de desarrollo de habilidades en esta etapa,
En la infancia es fundamental que mínimo se trabaje en el desarrollo de habilidades académicas como matemáticas y lenguaje, bases sobre las que se construyen y desarrollan otras habilidades. En nuestras escuelas los niveles de aprendizaje son muy bajos y para lograr mejoras, la evidencia propone medidas cuya efectividad ya ha sido demostrada, entre ellas incentivos no monetarios para los alumnos, planes de clase y tecnología guiada con tiempo adicional.
En la adolescencia, aunque los retos son complejos y diversos, uno de los más grandes está en la graduación exitosa. Las competencias socioemocionales juegan un papel importante en este proceso y por eso uno de los programas que se referencia en la publicación del BID trabaja en este tema.
Estos son algunos de los ejemplos de políticas públicas basadas en evidencia. También hay reflexiones sobre costo efectividad, en la educación superior y en trabajo. Los invito a que exploren el portal web que acompaña esta publicación https://skillsbank.iadb.org/, lleno de experiencias evaluadas y del cual podremos aprender mucho para mejorar nuestras intervenciones como país.
Además del reto que tenemos con hacer las inversiones adecuadas para mejorar las competencias, habilidades y conocimientos del Siglo XXI, el tema de la formación de los maestros se vuelve cada vez más prioritario. Si no se promueve, apoya y exige una modernización en todo sentido de las Facultades de Educación, la tarea será cada vez más difícil.
Rafael Aubad L.
Presidente Proantioquia